Kate Middleton, encarnación de la elegancia y la serenidad en la realeza británica. Una serenidad perturbada por el complejo capítulo de desafíos y preocupaciones que la princesa de Gales ha atravesado últimamente. Sometida a una cirugía abdominal cuyos detalles siguen bajo llave en el ejercicio expreso del hermetismo, y tras quince días ingresada en The London Clinic, la recuperación de la Duquesa de Cambridge también ha quedado marcada por la inesperada ausencia de su marido. El príncipe Guillermo, obligado a fallar en su promesa de no separarse ni un segundo de su esposa tras tan delicada intervención. Todo por un motivo de fuerza mayor: debe asumir las responsabilidades de su padre, el rey Carlos III, que acaba de ser diagnosticado de un cáncer. Sin embargo, en este oscuro túnel la luz ha emanado de sus hijos. Las tres personas más importantes de su vida, más allá parte del heredero, han desempeñado un papel vital en su particular proceso de sanación.

Kate Middleton

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Adrián Monterrubio

La familia, el refugio literal y figurado de Kate Middleton en su recuperación

El entorno familiar se ha servido como el bálsamo reconfortante ideal para estos tiempos de incertidumbre y convalecencia. Lejos de la presión del ojo público y los focos mediáticos, la princesa heredera ha encontrado en el seno de su hogar ese remanso de paz tan indispensable cuando los achaques de la salud todo lo nublan. Un hogar ‘royal’ en el que Jorge, Carlota y Luis, los tres hijos nacidos de su matrimonio con el nieto de Isabel II, se erigen en una parte fundamental de su núcleo duro. En el calor de su amor incondicional ha hallado el consuelo y la fuerza necesarios para transitar por este tedioso camino de la recuperación. Tan ajena como puede a la presión de la inquietud exterior y con la máxima entereza, pese a que su marido ha tenido que marcharse para hacerse cargo de asuntos que forman parte de la agenda oficial del jefe de Estado, como la ceremonia de investidura en el Castillo de Windsor o la cena de recaudación de fondos para la Air Ambulance Charity de Londres

Es por eso que sus hijos se ha convertido en el mejor y más sano antídoto contra la melancolía y el dolor desde que recibió el alta y se instaló en Adelaide Cottage, en el Castillo de Windsor, con el propósito recobrar la vitalidad física y emocional. Son incontables las veces en las que Kate se ha dejado ver junto a sus vástagos en el pasado, siempre sonriente, feliz y orgullosa de los pequeños. Ahora más que nunca, ellos han sido los encargados de formar un escudo impenetrable contra cualquier adversidad que pueda surgir en el horizonte. El anclaje más sólido en medio de la tormenta, su motivación más poderosa y un vínculo inquebrantable que es reflejo de un futuro radiante.

Kate, Guillermo y sus hijos
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La visita a Carlos III y el cambio de ubicación para tomarse un respiro en Anmer Hall

Después de algunos días en Windsor, marcados por la incertidumbre y la preocupación dentro y fuera de palacio, Kate y su familia optaron por emprender la ruta en helicóptero hasta la finca de Sandrigham. Allí se encontraba Carlos III, recuperándose de su enfermedad desde que se hizo público, sin detalles expresos, que padece un cáncer. Un claro indicador de que la princesa cada vez se encuentra mejor e incluso han podido encontrar un hueco para estar junto a su suegro, también afectado por un grave problema de salud. Todo en un paraje bucólico, el mejor elixir para reponerse en cuerpo y espíritu en Anmer Hall, la residencia campestre de Norfolk. Morada familiar que la reina Isabel regaló al príncipe Guillermo por su boda en el que ya han compartido infinidad de momentos preciosos en familia y que ahora es el oasis de tranquilidad ideal. Fauna silvestre y senderos rurales que se sirven como el refugio perfecto para ella y sus hijos, ahora de vacaciones escolares, después de que el Rey haya partido de nuevo hacia Clarence House para continuar con su tratamiento contra el cáncer.

Carlos III
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El abuelo dice adiós a sus nietos y su nuera para paliar su dolencia, no sin su afecto y el apoyo mutuo en tiempos convulsos. Al fin y al cabo, es esta la enésima muestra de que la fortaleza de la Casa Real británica radica, pese a todo, en la capacidad de unión. En la esperanza del afecto compartido. En tenerse los unos a los otros