Si lo preguntas es porque hay algo que te hace pensarlo. El trastorno por déficit de atención (TDA) no es solo de niños ni es únicamente falta de concentración. Cuando a un adulto le decimos que tiene TDA suele responder sorprendido, no se lo espera porque cree que es una enfermedad infantil o que solo se da en la infancia y luego se cura. Desmitifiquemos: no es una enfermedad, no solo sucede en la infancia y a veces perdura en la vida adulta.

¿Por qué ahora hay tantos casos?

Fundamentalmente por dos motivos: primero, porque ha aumentado el conocimiento en esta área, se sabe mucho más del cerebro del niño. Y segundo, porque son niños que hacen mucho ruido y “molestan”. Dejemos claro que el TDA no es una forma de ser, no son niños movidos ni adultos despistados. Son personas maravillosas, como todas, con una mente que funciona diferente. No son personas distintas, solo piensan distinto.

Los adultos diagnosticados suelen encajar las piezas de su propio puzzle cuando lo vinculan con la infancia: “En el cole ya tenía problemas para estudiar, me sentía diferente”. Hay personas adultas, de 30 o 40 años, que de repente se dan cuenta de que no eran “malos” o “movidos”, sino que había una diferencia en el desarrollo de dos áreas del cerebro.

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Se recuerdan muy trastos, muy caos, muy incomprendidos y con broncas cada dos por tres, sin poder evitarlo. Esto es clave. La concentración no es voluntaria, se entrena. Muchas personas adultas lo tienen y pocas lo saben. En niños sabemos que 5 de cada 100 lo tienen y que 2/3 de ellos lo mantienen de adultos. Es decir, en cada escalera hay un adulto con TDA sin diagnosticar, ya que de niños no fueron identificados como tales pero sí etiquetados de vagos o de poco obedientes. Ahora puede ser totalmente diferente.

¿Cómo sé si tengo TDA o TDAH?

TDA y TDAH no son lo mismo. La H es de hiperactividad. Lo que sí tienen en común es la falta de capacidad para mantener la atención. Lo que los distingue es la impulsividad motora, la falta de capacidad para regular este impulso. Como levantarse para jugar en medio de clase en el caso de los niños, o levantarse varias veces de una comida social en el de los adultos.

Lo principal es que no pueden fijar la atención, los pensamientos vienen en tropel y se pierden, por ejemplo, a la hora de leer o de ver una película que no sea súper interesante. Pasan de un tema a otro rápidamente. Te interrumpen y se interrumpen a ellos mismos.

Son impulsivos y se aburren con facilidad

Otro factor es la gran impulsividad. Saltan enseguida. Los conflictos son tremendos porque no pueden manejar el control. Y sobre todo, el efecto del aburrimiento: a todos nos molesta y a ellos les duele. Necesitan acción, aburrirse es impracticable.

Y ya que hablamos de adultos, el sexo es un área muy afectada. Se vive en plan todo o nada. O no tienen sexo o excesivamente. Las mujeres, por ejemplo, suelen expresar que están con la cabeza en otro sitio, se distraen, no pueden localizar la atención y no gozan. Lo contrario suele pasar a los hombres, requieren más frecuencia y satisfacción inmediata para salir del aburrimiento.

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¿Qué puedes hacer si crees que tienes TDA?

Es básico acudir a un experto porque tener un buen diagnóstico es clave. Aconsejo sin duda la terapia psicológica y el tratamiento farmacológico, que hace que fijen la atención. Son fármacos de la familia de las anfetaminas, que ayudan a poner en marcha el cerebro sin necesidad de “darle cuerda”, como si fuese una dinamo con continuo movimiento físico y mental.

El tratamiento psicológico va dirigido a entrenar técnicas para la atención, como llevar una agenda, terminar lo que se empieza… Y también ayuda a manejar la impulsividad: controlarse a la hora de mentir, no meterse en líos…

Qué hace sospechar en el adulto

• Infancia. Al mirar atrás, ve que llevaba etiquetas de “trasto”, “movido”, “vago”…
• Atención. Le cuesta mantenerla si no es algo súper interesante.
• Impulsividad. Salta a la primera de cambio, todo es un drama, da réplicas sin pensarlas bien…
• Aburrimiento. Necesita estímulos constantes para no caer en él; no lo soporta.