El pasado jueves 1 de febrero, tras ‘pasarlo bien’ en ‘El Hormiguero’, Tamara Falcó hizo lo que nadie imaginaba: no volver a casa. Ese ático que con tanto mimo ha decorado y que tantísimos quebraderos de cabeza le ha garantizado en los últimos meses. Mucho más que un piso en propiedad. Su primer hogar familiar. Este matiz es muy importante, porque el proyecto de la vivienda lo ha hecho movida por la ilusión de su relación con Íñigo Onieva, un marido que estuvo a punto de no serlo. 

Tamara Falcó no regresó a casa y se marchó al que de verdad es su auténtico refugio en el mundo: la casa de mamá. La colaboradora del programa de Pablo Motos se dirigió a la impresionante mansión de Isabel Preysler y ahí pasó varios días, mientras los rumores de crisis no hacían más que llamar al timbre. Y ella haciendo caso omiso. Algo agotador, pero con lo que lleva lidiando, prácticamente, desde el inicio de su historia con Íñigo Onieva, con quien llegó a romper después de que se demostrase que los titulares de infidelidad tenían más de realidad que de habladurías. 

El matrimonio de Tamara Falcó e Íñigo Onieva: en el punto de mira

La casa de Preysler siempre ha sido y será el lugar feliz de Tamara Falcó. Estar bajo el amparo de su madre, durmiendo en su cuarto de toda la vida, en el jardín donde tantas fiestas ha celebrado… si existe un lugar seguro para ella sobre la faz de la tierra es este chalet en Puerta de Hierro. Quizás por eso, cuando empezó a mirar opciones para adquirir su primera casa, que estuviera cerca de ‘mami’ era condición imprescindible para aceptar. 

Tamara Falcó e Iñigo Onieva
Gtres

Tras estos días, podíamos llamarlos de reflexión, fuera de su propia casa; Íñigo Onieva se ha tenido que enfrentar a las preguntas de la prensa. “¿Cómo estáis? ¿Son verdad los rumores de crisis?”; cuestiones que él zanja mientras se baja el casco de la moto, “estamos estupendamente”. Nada más que hablar. Pero, mientras, Tamara seguía en casa de Isabel. 

Tamara Falcó, movimiento revelador

El martes 6, tras días de rumores, Tamara Falcó volvía a su domicilio habitual. Las cámaras de los reporteros gráficos la captaban seria y con pocas ganas de escuchar las preguntas de la prensa. Llegaba en su propio coche y, a toda velocidad, entraba en su garaje. Una vuelta a casa, a su hogar y, también, a Íñigo Onieva. 

Tamara Falcó e Íñigo Onieva
Instagram @tamara_falco

Este gesto de Tamara Falcó, que tan sencillo nos parece, esconde toda una declaración de intenciones. Una apuesta (casi) sin condiciones por su matrimonio y por todo lo que este implica. 

Para alguien como ella, con sus convicciones éticas, religiosas y familiares esto es un ejemplo más de confianza plena y de creer, por encima de todo y de todos, en este proyecto de vida en común que iniciaron el pasado julio cuando pronunciaron sus votos matrimoniales. Tamara Falcó parece segura y lo quiere absolutamente todo con el empresario. Quiere la familia, los hijos y las fiestas de cumpleaños infantiles. Los '¿estas Navidades con mi familia o con la tuya?'; '¿llegas a recoger a los niños?' o '¿qué quieres de cenar?'. Quiere una vida normal y corriente con su marido. Y, para ello, está dispuesta a perdonar y a olvidar. Ya lo hizo el pasado año y parece tener la práctica más que interiorizada…