¿Cuál es el órgano más grande del ser humano? ¿Cuántas veces respiramos al día? ¿Por qué sufrimos alergias? El cuerpo humano está lleno de misterios que la ciencia ha intentado resolver. Y aunque todavía nos faltan muchas respuestas, tenemos algunas que han resultado ser más curiosas de lo que esperábamos. 

En su libro El cuerpo humano, Bill Bryson nos da las claves para entender mejor nuestro cuerpo y sus misterios. Reúne en una sola obra la mejor divulgación científica, acercándonos al organismo con rigor y curiosidad, sin perder de vista la diversión. 

De esta lectura tan interesante hemos sacado las 25 curiosidades sobre el cuerpo humano de las que vamos a hablar hoy.

 

¿Qué curiosidades tiene el cuerpo humano?

¡El cuerpo humano tiene muchas curiosidades! Por ejemplo, ¿sabías que el 25% de los huesos del cuerpo se encuentran en los pies? ¿O qué desarrollamos las huellas dactilares 90 días antes de nacer? 

Nuestro organismo tiene tantos misterios, que sería imposible enumerarlos todos. Por eso hemos recopilado 25 curiosidades, entre datos e historias, que tienes que saber, que seguro que te sorprenden sobre el cuerpo humano, la ciencia y la investigación del mismo. 

¿Qué es lo más sorprendente del cuerpo humano?

Uno de los datos más curiosos del ser humano es que para cada paso que damos tenemos que activar 200 músculos distintos. ¿Te imaginabas que fueran tantos? Y eso que no estamos hablando del gran misterio que constituye nuestro cerebro. 

Pero si quieres sorprenderte de verdad con el cuerpo humano, con datos contrastados y mucha información sorprenderte, sigue leyendo nuestras curiosidades. ¡Y no te pierdas El cuerpo humano, de Bill Bryson! 

El órgano más grande del ser humano es…

La piel. Y no solo es el más grande, también es, posiblemente, el más versátil. Mantiene el resto de los órganos dentro del cuerpo, aleja lo que no debe entrar, amortigua golpes, nos facilita el sentido del tacto, produce melanina para protegernos del sol, se repara cuando recibe daño, y, en definitiva, nos cuida.

El hombre que crecía sin cesar

El crecimiento el ser humano se debe, en gran medida, a la glándula pituitaria. Tan pequeña como una alubia, pero con un potencial aterrador. Hablemos de Robert Wadlow, el humano más alto que ha vivido nunca. Tenía un trastorno pituitario que hacía que creciera sin descanso.

A los ocho años ya era más alto que su padre y a los doce medía 2,10 metros. Cuando se graduó, alcanzaba los 2,40 metros de altura. En sus últimos años de vida llegó a medir cerca de 2,80 metros y a pesar 225 kg, aunque no estaba gordo. Tenía que usar la talla 40 de zapato en Estados Unidos (teniendo en cuenta que la 15 en este país equivale a una 50 en Europa) y, por desgracia, falleció a la edad de veintidós años a causa de una infección provocada por las llagas que le producían las prótesis que debía usar para poder moverse.

Billones de pequeños compañeros

El cuerpo humano es hogar de billones y billones de microorganismos que son esenciales para nuestras funciones vitales. Nos proporcionan cerca del 10% de nuestras calorías y quintuplican las enzimas digestivas que somos capaces de producir por nosotros mismos. Y estas son esenciales para poder digerir los alimentos que ingerimos.

Tienes la cabeza llena de agua

Ya sabes que el cerebro es, probablemente, el órgano más importante e interesante que hay en todo tu organismo. Pero ¿sabías que entre un 75% y un 80% del cerebro es agua? El resto se divide de forma proporcional entre grasa y proteínas. Tres sustancias muy comunes que, al unirse, nos permiten pensar, recordar, apreciar, ver, oír e imaginar.

Un truco de magia arriesgado

En 1843, un ingeniero inglés, Isambard Kingdom Brunel, intentó sorprender a sus hijos con un truco de magia. Pero la cosa no acabó bien. Guardó una moneda bajo su lengua y, sin querer, se la tragó. La moneda se alojó en la base de la tráquea. Y no, no se asfixió. Ni siquiera sentía dolor. Pero sabía que, si la moneda se movía, podía acabar asfixiándose.

Fueron muchos los especialistas que acudieron a ayudarlo. Probaron desde el golpecito en la espalda, hasta una traqueotomía en una época en la que la anestesia no existía. Nada funcionó. Finalmente, y tras seis semanas de terror e intentos desesperados, el ingeniero diseñó un artilugio que le permitió colgarse boca abajo, meciéndose para describir amplios arcos. Y así, consiguió que la moneda cayera y rodase por el suelo, dejando todo aquello en una curiosa anécdota médica.

Construir el cuerpo humano cuesta menos de 5 dólares

¿Cómo? ¿Se puede construir un cuerpo humano? Por ahora, no. Pero si quisieras intentarlo, podrías comprar todas las sustancias químicas que lo componen en una droguería por menos de 5 dólares.

Compartimos el 99,9% del ADN

¿Con quién? Pues con el resto de los seres humanos. Una de las mayores paradojas de la genérica es que todos somos distintos, no hay dos personas iguales, y, sin embargo, somos genéticamente casi idénticos.

 

La forma del corazón

Todos sabemos que el corazón, el de verdad, el que llevas en el pecho, no se parece para nada a esa figura que dibujamos por San Valentín. Pero lo cierto es que tampoco sabemos, a ciencia cierta, de dónde viene esta forma tan característica. La encontramos por primera vez en unas pinturas del norte de Italia a comienzo del siglo XIV, pero no sabemos quién o qué lo inspiró.

Sangrías, pero no de las que se beben

Seguro que alguna vez, en alguna película de época, has visto cómo practicaban a los enfermos las sangrías. A través de cortes o con sanguijuelas, sacaban grandes cantidades de sangre al paciente, con el objetivo de sanarlo. A poco que sepas algo sobre cómo funciona el cuerpo humano, sabes que esto es muy mala idea.

Pero ¿por qué, entonces, se practicaron durante tanto tiempo? La respuesta es que, hasta bien entrado el siglo XIX, la mayoría de los médicos pensabas que las enfermedades no eran afecciones diferencias, sino desequilibrios generales que afectaban a todo el cuerpo. Así que, en vez de administrarte un medicamento para el dolor de cabeza y otro para los zumbidos del oído, intentaban devolver al cuerpo humano a un estado de equilibrio. ¿Y cómo se conseguía? Purgándolo de toxinas mediante la sangría y la administración de eméticos, diuréticos o purgantes.

Por dentro, somos gigantes

El ser humano es mucho más grande por dentro que por fuera. Y no, no es ninguna metáfora mal sacada. Para que te hagas una idea, un adulto medio puede medir entre 1,6 y 1,8 metros. Y, sin embargo, nuestro intestino alcanza los 12 metros de largo. Si cogiéramos todos estos tubos y los extendiéramos, cubriríamos una superficie de 0,20 hectáreas.

Más de un millón de glóbulos rojos

Esta es la cifra de glóbulos rojos que ha producido tu cuerpo en el segundo que has tardado, más o menos, en leer esta frase.

¡Que le corten la cabeza!

Esto puede darte auténtico terror. Pero cuando a un ser humano le cortan la cabeza, puede no perder la conciencia de forma instantánea. La sangre oxigenada puede permitir que sigas consciente entre 7 y 12 segundos, si presuponemos que el corte ha sido limpio. Escalofriante.

Un cadáver muy apreciado

Para entender el cuerpo humano ha sido necesario diseccionar muchos cadáveres. Y aún hoy, lo sigue siendo. Por eso en el silo XVI los cuerpos de los criminales condenados a la horca se distribuían entre las facultades de Medicina locales. Este suministro, sin embargo, era insuficiente. Y por eso la profanación y el saqueo de tumbas estaba a la orden del día.

A quienes presentaban alguna peculiaridad les aterraba acabar en manos de científicos malvados que profanaran sus tumbas. Y por eso, Charles Byrne, el hombre más alto de Europa hasta el momento (con 2,30 metros) pidió que su ataúd fuerza trasladado y lanzado a alta mar tras su fallecimiento. No contaba con que John Hunter, anatomista y coleccionista del cuerpo humano, pagase al capitán encargado de la misión para que el cuerpo de Byrne le fuera entregado a él en lugar de ser lanzado al mar. Y hasta no hace demasiado (2018), sus huesos han permanecido expuestos en una vitrina en el Museo Hunteriano del Real Colegio de Cirujanos de Londres.

¿Quién tiene más sensibilidad en la piel?

Las mujeres, por lo general, tienen mayor sensibilidad en las yemas de los dedos. La razón de este superpoder sensorial parece estar en que, habitualmente, tienen las manos más pequeñas. Por tanto, nuestra red de sensores es más concentrada, más densa.

Has podido ver tus propios glóbulos blancos

Seguro que alguna vez has mirado al cielo en un día soleado y has visto aparecer y desaparecer unas pequeñas chispas blancas. Como rápidas estrellas fugaces. No te asustes, es normal. Lo que estás viendo son tus propios glóbulos blancos, desplazándose a través de un capilar frente a la retina.

Inspira, espira

El ser humano, de forma completamente involuntaria, inspira y espira unas 20.000 veces al día. De esa forma, procesamos, aproximadamente, alrededor de 12.500 litros de aire. Esto equivale a 7,3 millones de respiraciones anuales. Más o menos 550 millones en el transcurso de toda una vida.

Anosmia e hiposmia

Si no puedes ver, estás ciego. Si no puedes oír, estás sordo. ¿Y si no puedes oler? Si has perdido el olfato de forma total, padeces anosmia. Y si es una pérdida parcial, entonces lo llamamos hiposmia. Y aunque te cueste creerlo, entre el 2% y el 5% de los habitantes de la Tierra padecen uno de estos trastornos.

El hígado es todo un currante

El hígado, una glándula bastante más grande que la pituitaria, es uno de los órganos más currantes de nuestro organismo. No le faltan tareas y estas son tan esenciales que, si dejase de funcionar, moriríamos en cuestión de horas. Entre sus trabajos figuran la fabricación de hormonas, de jugo gástrico y de proteínas. También filtra toxinas, almacena y absorbe vitaminas, convierte la grasa y las proteínas en carbohidratos, gestiona la glucosa y elimina los glóbulos rojos obsoletos. ¡No para!

Nuestros pulgares no son tan especiales

A menudo se dice que el hecho de que tengamos pulgares oponibles es lo que nos distingue de otras tantas especies con las que compartimos la Tierra. Pero lo cierto es que la gran mayoría de los primates lo tienen.

Lo que sí hace especiales a nuestros pulgares es que cuentan con tres músculos, pequeñitos, que no tiene ningún otro animal. Ni siquiera los chimpancés. El extensor corto, el flexor largo y el primer interóseo palmar de Henle.

No podemos ser más grandes de lo que somos

¿Recuerdas los enormes gigantes de Los viajes de Gulliver? O cualquier otro gigante que hayas visto en el mundo de la ficción. Cualquier referencia sirve para que te hagas la pregunta. ¿Podría existir un ser humano tan grande?

El científico J. B. S. Haldane se la hizo, y llegó a la conclusión de que no sería posible. Tomó como referencia a las de la aventura mencionada, y su cálculo advertía que deberían pesar unas 280 toneladas. Eso haría que fueran 4.600 veces más pesados que un humano de tamaño normal. Y, sin embargo, sus huesos tan solo serían 300 veces más gruesos. ¿Conclusión? El mayor tamaño que puede tener un humano es, de hecho, el de un humano. Ser más grandes es imposible.

Un sistema único

El sistema inmunitario de cada persona es único. Así, como lo lee. No hay dos iguales.  Y es por eso por lo que es tan complicado entenderlo, generalizar sobre él y tratarlo cuando funciona mal. Porque este sistema no solo se ocupa de mantener a raya a los gérmenes. El cáncer, las drogas, las toxinas, los objetos extraños y hasta la salud mental tienen que ver con el sistema inmunitario.

El primer trasplante de riñón

El primer trasplante de riñón se llevó a cabo acabo dos días antes de Navidad, en 1954. Richard Herrick se encontraba al borde de la muerte, a sus veintitrés años, por una insuficiencia renal. Tenía la suerte, sin embargo, de tener un gemelo idéntico, Ronald, que pudo donarle uno de sus riñones.

Aun así, fue la primera vez que alguien se atrevía a intentar algo parecido. No se sabía cómo reaccionaría el cuerpo de Richard al recibir el órgano, ni si Ronald sobreviviría con un solo riñón. Por suerte, todo salió bien. Tanto, que Richard no solo sobrevivió, sino que además acabó casándose con su enfermera y tuvo dos hijos con ella.

¿Por qué existen las alergias?

Hay muchas teorías a cerca de por qué existen las alergias, y sobre todo de por qué han comenzado a aumentar tanto en los últimos cuarenta años. La más común dice que con la aparición de la higiene en el mundo moderno dejamos de estar expuestos a tanta suciedad, y de ahí que no tengamos tanta resistencia a las infecciones que aquellos que sí lo estaban. Pero la hipótesis hace aguas, porque el aumento de las alergias comenzó en los 80, y desde que empezamos a lavarnos hasta entonces, había llovido mucho.

Así que, en conclusión, no tenemos ni idea de por qué existen las alergias. Es uno de los muchos enigmas que rodean al ser humano.

Mucho pulmón

Los humanos necesitamos mucho pulmón. Muchísimo. Para que te hagas una idea, un adulto medio tiene algo menos de 2 metros cuadrados de piel. Sin embargo, necesita 100 metros cuadrados de tejido pulmonar, que contiene, a su vez, unos 2.400 kilómetros de vías respiratorias. Y para empaquetar todo esto, tenemos el modesto espacio del tórax.

Todo es gracias a la comida

Cocinar los alimentos podría ser la razón por la que conseguimos la energía necesaria para desarrollar un cerebro tan grande como el que tenemos. Además, por supuesto, de tener tiempo para sacarle partido. Y todo esto se debe a que, al cocinar los alimentos, matamos toxinas, mejoramos el sabor, hacemos que resulte más fácil masticar aquellos ingredientes más duros, aumentamos el rango de productos comestibles e incrementamos la cantidad de calorías que podemos extraer de lo que comemos. Así que a la cocina le debemos todo lo que tenemos.

Si te has quedado con ganas de más, te va a encantar este estuche que reúne lo mejor de la divulgación científica.

Bryson

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