Terminamos 2016

¿Cómo ha sido tu año?

A final de año solemos pensar en los buenos propósitos, pero pocas veces hacemos balance de lo que hemos aprendido o nos felicitamos por nuestros logros. Tómate tu tiempo de reflexión y cierra el 2016 como se merece.

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foto carme del vado
Carme del Vado

Redactora Jefe de CLARA.

Actualizado a

Si te pidiéramos que nombraras tu momento emblemático del 2016, ¿cuál elegirías? ¿Qué hecho o situación tuvo mayor impacto en tu vida? Es muy probable que encuentres la respuesta fácilmente. Pero en cambio, si te preguntamos qué hábito o parte de tu rutina actual es un logro diario por el que deberías felicitarte, tardarías en encontrar la respuesta.

Esto es porque le quitamos peso a lo cotidiano y dejamos de agradecernos los esfuerzos del día a día, porque nos resultan comunes o parte de una obligación. Hoy vamos a darle su valor. Este es tu balance anual de aprendizajes y hechos por los que valorarte.

¿Qué nuevos hábitos has incorporado este año?

Puede ser algo tan simple como un cambio en tu alimentación, la forma en la que hablas de ti, cómo has dejado de juzgarte o el modo en que te relacionas u organizas tu agenda. Esas “simplezas” son para felicitarte. Las mejoras se hacen día a día. No necesitas haber sido laureada internacionalmente por un logro científico para dar visibilidad a tus avances. Piénsatelo y ahora mismo haz el ejercicio de ver en qué has mejorado este año y felicítate por ello.

Obviamente, habrá hábitos que aún no has logrado cambiar y que este año sí que te propones hacerlo. Ahora es el momento. No se trata de hacer promesas huecas o de echarte las culpas. Creer es poder, y hacerlo es más fácil de lo que crees. Piensa que un día este reto que ahora te planteas para el 2017 y que te parece imposible será tan cotidiano que olvidarás felicitarte por ello. Haz una lista de los hábitos que has conseguido cambiar en 2016 y de aquellos que quieres conseguir en 2017.

¿Cuáles han sido tus mejores momentos en 2016?

Trata de crear mentalmente un vídeo o un collage de fotografías que muestre los momentos que más disfrutaste de tu año. ¿Quiénes están? ¿Qué es lo que te permitió disfrutar el momento? ¿Qué hacías? ¿Qué es lo que sentiste? Piensa en las cosas que más te hicieron reír o sentir placer emocional o físico. Claro, los encuentros con la pareja cuentan, pero haz también un recuento de los momentos de paz extrema contigo misma o de esas tardes que pudiste arañarle al tiempo para leer y relajarte sin más.

Agradece cada momento y, si puedes, a cada persona por esas carcajadas compartidas, esos besos o esa complicidad. Verás que estás rodeada de riqueza auténtica. Y, sí, felicítate a ti misma por permitirte disfrutar y haberte abierto a esas experiencias. No todos los aprendizajes deben venir de situaciones dolorosas, también podemos extraerlos de esos momentos en que decimos “¡Guau! Todo esto tengo y disfruto, ¡gracias!”.

Y ahora comprométete a seguir alimentando esas relaciones con las personas que han compartido contigo los buenos momentos. Encamina tu nuevo año a dar espacio a las personas, actividades y vivencias que te hacen sentir bien.

¿En qué te has rendido?

Darse por vencido o renunciar a algo por elección son dos cosas difíciles de diferenciar. Se necesita mucha objetividad. Pero ahora nadie te juzga. Piensa, ¿qué dejaste por miedo o falta de ganas? ¿Te ganó la inercia? Piénsalo, pero no te culpes, la culpa es lo más inútil.

Tal vez puedas retomarlo o simplemente aclarar qué te llevó a ello y aceptarlo. Si ha sido por miedo a lo nuevo o a cambiar tu estilo de vida, reconócelo. Es el único modo de no repetirlo. El premio que te darás será que lo aceptas y te encaminas a no repetirlo.

¿Qué miedo has superado?

Si te temblaban las piernas por hablar sobre cierto tema pero al final lo has hecho, o si temías pedir un préstamo, mudarte de piso o hacer un cambio en tu vida laboral o familiar, pero lo hiciste, ¡felicidades! Ya lo tienes, ya sabes lo que tienes que hacer para vencer el miedo.

Ahora esta experiencia es tu herramienta, así que utilízala para vencer otros miedos que seguro que anidan por ahí y no te han dejado avanzar en un terreno particular. A finales de 2017 tendrás una lista más larga de miedos vencidos gracias a esta experiencia ganada. Y de eso se trata.

¿Has analizado cómo resolviste tus problemas este año?

A todas nos resulta más fácil recordar los momentos complejos que los felices, así que encontrarás muchos de los primeros. La cuestión es ver cómo los resolviste. Todas las maneras son válidas, siempre y cuando no incluyan huir, porque escapar no es resolver, ni la violencia, ni manipular ni mentir. Incluso si el asunto no ha quedado resuelto como esperabas, es importante que tengas consciencia de cómo viviste el proceso, sin importar el desenlace. Y date un fuerte aplauso por ello.

Saliste de eso, pero si ahora pudieras rediseñar tus estrategias, ¿le darías otra solución? ¿Lo vivirías de otra manera? Tal vez podrías haberte ahorrado disgustos o no haberlo tomado tan en serio. Todos tenemos capacidad para mejorar nuestro modo de negociar, reaccionar o adoptar acuerdos. Así que piensa qué aprendiste de tu modo de resolver los problemas y en qué puedes mejorar.

¿Qué has conseguido cerrar? ¿A quién has dejado ir?

Dejar ir a una persona que ya no cabe en nuestra vida, salir de una situación o aceptar un cambio que nos viene impuesto –como que nos despidan de un trabajo– es para felicitarse. Cerrar un ciclo no significa necesariamente terminar una relación: puedes haber cambiado el modo en que te relacionas con tu madre (sin peleas, sin reproches), pero eso no quiere decir que la dejes de ver. En una relación, el cambio no depende de aislarte de la persona o esperar que cambie, sino de ti, de tu percepción de la misma y en cómo dejas que te afecte. Hasta los cambios no buscados, como un despido, traen una enorme carga de nuevos conocimientos sobre ti misma y te recuerdan tu poder de adaptación.

¿A quién has perdonado en 2016?

De igual manera que has cerrado ciclos, seguro que este año también has perdonado. A quien perdonas puede o no enterarse de que lo has hecho, quizá ni siquiera te lo pidió; pero elegir hacerlo es un alivio para ti. Quitarle toda la carga emocional a una persona o a un hecho es una fuerza liberadora. Cuando perdonamos, también nos perdonamos a nosotros por habernos permitido sentir ese rencor, o hasta odio; y perdonamos las creencias que nos llevaron a esa situación. Es como una limpieza interior. Con toda la compasión, perdónate también por lo que aún te encadena. Usa ese poder para aquello de lo que todavía te culpas y perdona todas las creencias, ideas o afirmaciones que te repites y que nada construyen. Hazlo y sigue aplaudiéndote.

¿Qué o a quién te ha traído la vida y a quién has dicho adiós?

¿Qué hay ahora en tu vida que no estaba antes de 2016? Da igual cómo haya sido tu año, seguro que hay elementos o personas nuevos. Y están porque creíste que podías tenerlos contigo. ¿Nueva pareja? ¿Un nuevo miembro en tu familia? ¿O nuevos amigos? Deja un espacio en tu lista para agradecer por ellos. Y agradece por los que permanecen, por tu familia y por esos amigos que sabes que están para mucho tiempo.

¿Te has despedido de alguien? Duele, pero agradece también por los que se fueron, ya sea porque era momento de evolucionar por caminos separados o porque dejaron esta vida. ¿Qué te ha enseñado esto? Muy simple. Lo único permanente es el cambio y las personas solo están en nuestra vida el tiempo necesario para cumplir la lección: para aprender uno del otro. Y solo llegan cuando estamos listos para recibirlas.

Para cerrar tu lista y dejar hecho el balance de 2016, piensa en un momento en el que, de no haberlo vivido, no serías quien eres. Si no hubiera sucedido, por amargo que haya sido, ¿quién serías ahora? Agradécete ser quien eres, y feliz año nuevo.