La Casa Real danesa está a punto de cumplir cuatro meses desde la llegada del nuevo soberano. Fue el 14 de enero cuando Federico subió al trono de Dinamarca. Lo hacía después de una etapa convulsa para la dinastía en lo mediático, y tan solo dos semanas más tarde de que Margarita II, su madre, anunciase su abdicación. Un giro de guion totalmente inesperado después de más de cinco décadas, siendo una de las jefas de Estado más queridas por el pueblo. Dar un paso atrás para que su primogénito hiciera lo propio hacia adelante. Así comenzó un reinado que, por ahora, está teniendo sus luces y sus sombras.

La cosa comenzó bien, aunque con el pesar de una crisis de pareja con Mary Donaldson a ojos de la mirada pública. Su esposa, ahora la Reina consorte, había tenido que lidiar con todo tipo insinuaciones y rumores de infidelidad. Todo porque el noviembre anterior, 'Lecturas' destapó la 'amistad secreta' del heredero con Genoveva Casanova. Sellaron la paz con un beso, aunque fuese una paz armada. Poco o nada más se les ha visto juntos hasta que el pasado 25 de abril se publicaron, por fin, sus primeros retratos oficiales. Esos retratos en los que, sin lugar a dudas, las joyas son grandes protagonistas.

Ana Boyer

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Adrián Monterrubio

Un paseo por el joyero real de Federico y Mary, a disposición de los daneses

¿Qué hay más propio de la realeza que poner un buen joyero a disposición de los monarcas? Tesoros que pasan de generación en generación y tejen un entramado que acaba por convertirse en el hilo histórico de toda una familia. El vivo ejemplo de ello es el icónico 'joyero de pasar' de los Borbones del que ahora disfruta la reina Letizia. La esposa de Felipe VI tiene acceso total a un cofre cargado de elementos que antes de doña Sofía, su predecesora, han pasado por manos de figuras tan emblemáticas como Victoria Eugenia.

Igual de emblemáticas las joyas de la Corona que ahora pasan por las manos de Federico y Mary. Sobre todo de Mary, que en las imágenes tomadas por Steen Evald en el palacio de Christiansborg se aventuró a vestir un conjunto de esmeraldas muy reconocible. El mismo que los daneses tienen la oportunidad de ver muy de cerca si son curiosos, porque la institución pone a disposición del pueblo una exposición diaria de las mismas y otros tesoros de los Glücksburg. "En lo profundo del sótano del castillo de Rosenborg, los visitantes pueden experimentar diariamente una serie de artículos históricos y joyas de la corona que Sus Majestades El Rey y la Reina llevan en el retrato oficial de la gala recién publicado", expone la Casa Real danesa en su perfil oficial de Instagram.

Es en esa misma publicación en la red en la que se aprovecha para recordar la particularidad de que "es costumbre que las joyas de la Corona se queden en Dinamarca, lo que significa que no son traídas cuando las visitan al extranjero" y que "son las únicas en el mundo que se exhiben como objetos de museo y al mismo tiempo usadas por la Reina del país". Fue la reina Sofía Magdalena, "quien en su voluntad desde 1746 determinó que sus joyas no deben ser pasadas a una persona en particular, sino que siempre estará disponible para la reina en funciones de la tierra". Unas joyas que "han sido alteradas por sucesivas reinas a medida que la moda" y que, en la actualidad, se mantienen tal y como en 1840 las adaptó Carolina Amalia de Augustenburg, consorte de Cristián VIII.

Los imponentes (y reveladores) retratos oficiales de Federico y Mary

Esa imagen en las que el mismo set de piezas que en noviembre lució Margarita II, en la visita de Estado de los Reyes de España, viste a Mary Donaldson ha significado mucho más que una instantánea formal del matrimonio. Al fin y al cabo, era una de sus primeras apariciones —más allá del cumpleaños de la exmonarca— después de incontables gestiones de agenda por separado. De hecho, los rumores de problemas maritales se habían vuelto avivar después de que, al volver de las vacaciones, solo la Reina estuviera asistiendo a actos y cumpliendo con sus compromisos. Sea como fuere, esta sería la fotografía ideal para poner fin a las habladurías. Aunque difícilmente se conseguiría algo así sin cariño expreso. Y no lo hay.