14 trucos para ser más lista que el hambre (y evitar comer de más)

¿En qué se fija tu cerebro para saber que estás llena? Te vas a sorprender. Según un estudio de la Universidad de Utah (EE. UU.), existe un desfase entre el momento en el que tu cerebro recibe la señal de "he comido suficiente" y el momento en el que el estómago está lleno. Para solucionarlo, el cerebro se fija en elementos externos. Y recibe la señal de haber comido más si los cubiertos son grandes o el plato queda vacío.

Varios estudios han demostrado que solo una hora más de luz natural al día reduce la necesidad de comer alimentos calóricos, porque la luz eleva la producción de serotonina. Así que, ya sabes, al mediodía a tomar el café en una terracita.

Intenta comer calentito o al menos templado. Las comidas calientes envían más señales de saciedad al cerebro que las frías, así que intenta empezar con una taza de caldo casero desgrasado, que te calmará el apetito inicial y evitará que comas demasiado después.

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Pero una trampa, trampa. Sobre todo el famoso glutamato monosódico. Se añade a los alimentos (salsas, patatas fritas, etc.) para aumentar su sabor, pero tiene la peculiaridad de que, si se abusa, puede provocar un hambre voraz. Las patatas fritas tómalas mejor caseras o de marcas que no usen sabores artificiales.

Como confundimos hambre con sed y como no está de más ir bebiendo agua, siempre que vayas a picar algo a deshoras bébete un buen vaso de agua. Así matarás dos pájaros de un tiro: estarás más hidratada y quizá descubras que, después de todo, no era hambre, era sed.

Comemos con los ojos y, ante un surtido atractivo, somos capaces de consumir el doble (o más) que delante de uno o dos alimentos. Por eso, es mejor servir cada comida en platos individuales y no en fuentes, y dejar el siguiente plato en la cocina hasta que llegue su turno.

El popular dicho de "huele que alimenta" va muy bien encaminado. Resulta que los platos que desprenden aromas deliciosos, según varios estudios, ayudan a comer menos, porque su olor contribuye a disminuir el apetito. Así que, ya sabes, especia más tu comida y, cuando la tomes, para un momento y disfruta de su aroma.

Hace 30 minutos que has comido y la imagen de "ese" bombón que tienes guardado empieza a rondarte, ¿te suena? Es tu cerebro traidor. Engáñalo cepillándote los dientes. El sabor a menta te quitará las ganas de dulces. 

Termina las comidas principales con chocolate. Así aumentará la producción de serotonina y te ayudará a mantener controladas las ganas de seguir comiendo. Además, los receptores del sabor de tu boca, al percibir el dulzor del chocolate, mandan al cerebro el mensaje de c'est fini.

Abusar de los edulcorantes puede abrir aún más el apetito, según diversos estudios. El problema es que están en infinidad de productos y perdemos la noción de la cantidad que ingerimos al día. Empieza por quitarte el del café. Tómalo solo o con azúcar.

¡Qué cansadas llegamos a casa! ¡Y qué fácil es dejarse caer por la cocina y reponer fuerzas! No lo hagas. Sin querer, estarás haciendo frente al estrés acumulado con comida, y te aseguramos que no serán zanahorias lo que elijas. Lo mejor es que te desvistas, te des una ducha tranquilamente y te prepares una cena suculenta y ligera. Vas a disfrutarlo mucho más. 

Si te sientes ansiosa, no abras la nevera o la caja de galletas sino la puerta de casa y sal a andar, correr, ir en bici. Si no te apetece salir, busca una actividad que consiga calmar este nerviosismo, como seguir descubriendo cosas súper interesantes en nuestra web. ¿Quieres un consejo más? La tele, como distracción, da más hambre de la que quita. 

Este truco es súper fácil. Si llenas tu despensa de alimentos ligeros y saciantes, te será muy sencillo controlar mejor tu apetito. ¿Qué elegir? Espinacas, naranjas, champiñones, merluza, pimiento, melón, patata...

Primero, haz una buena cena, ligera pero completa. Y si pasado un rato sigues con hambre tómate un resopón ligero, como un vaso de leche.