Confieso que, al ver a Millie Bobby Brown en la alfombra roja de los SAG Awards, me costó reconocerla. Ha crecido mucho desde que la descubrimos en Stranger things. ¡Quién lo diría, el tiempo pasa! La sorpresa, sin embargo, no es justificación para el ataque continuado que la actriz ha recibido por parte del público y la prensa. “¿Qué se ha hecho Millie Bobby Brown en la cara?”, se podía leer en algunos medios. “¿Por qué la gente de la generación Z, como Millie Bobby Brown, está envejeciendo tan mal?”, aparecía en otro. La prensa se cebó con la actriz en pocas horas.
Bobby Brown no ha agachado la cabeza, ha respondido a los insultos con dignidad y una madurez que no han demostrado sus detractores. “Siempre hablamos de apoyar y animar a las mujeres jóvenes, pero cuando llega el momento, parece más fácil derribarlas para obtener clics”, escribía la actriz en sus redes sociales.
Más allá de la evidente falta de moralidad de parte de ciertos profesionales del sector, surge una gran duda a raíz de toda esta situación. ¿Por qué seguimos empeñados en que la edad, especialmente en las mujeres, es algo negativo? ¿Y cómo afecta al sector femenino esta obsesión por la edad? La psicóloga Lara Ferreiro, psicóloga y autora del libro ¡Ni un capullo más! (Grijalbo), nos explica cómo podría haber afectado todo esto a la actriz, que dice de nuestra sociedad y que podemos hacer para cambiarlo.
Cuestión de edad
Pregunta: Una de las grandes críticas que se le ha hecho a Millie Bobby Brown es que “parece mayor”, como si eso fuera un insulto. Como si envejecer fuera algo malo. ¿Por qué esta insistencia en calificar la madurez femenina como algo malo?
Respuesta: Esta obsesión por criticar a las mujeres cuando "parecen mayores" viene de un problema de base: la sociedad hipervalora la juventud femenina y demoniza el envejecimiento, es lo que se conoce como edadismo, término que hace referencia a la discriminación por edad. Pero lo peor de todo, ¡es que Millie solo tiene 21 años! Es increíble ver como parece que las mujeres tengamos la “fecha de caducidad” cada vez más corta. ¡No somos un yogurt! Por eso, no es de extrañar que el 72,2% de las mujeres jóvenes se ven expuestas a comentarios sobre su físico o a mensajes de contenido sexual no deseado en redes sociales.
Desde siempre, nos han vendido la idea de que una mujer “vale” más cuanto más joven, inocente y cara juvenil se vea. ¿El resultado? La madurez femenina se percibe como una amenaza, como un fracaso, como si fuéramos objetos inservibles, o peor, una lata de sardinas que se conserva muy bien (o muy mal) y te juzgan por ello.
En el caso de Millie Bobby Brown, lo que está pasando es que muchos no toleran que una chica que empezó en la industria siendo una niña ahora tenga autonomía, voz y aspecto de mujer adulta. La prefieren en ese molde infantil, manejable, y cuando rompe con eso, el sistema responde con críticas y odio. Parece que los haters de las redes estén siempre al acecho a ver a por quién pueden ir esta vez.
Si fuera un hombre, este debate no existiría. A los hombres se les aplaude por “parecer mayores” porque eso se asocia con autoridad, experiencia, madurez y atractivo. Lo típico de que las canas en un hombre son sexys y maduras, y en una mujer son de “vieja” con tono despectivo. Esa mentalidad “edadista” (rechazar a una persona por su edad), es hacia las mujeres.
GTRES
¿Cómo nos afecta a las mujeres esta presión por parecer siempre jóvenes?
Nos afecta en todos los niveles: psicológico, emocional, social y hasta físico. Nos han programado para creer que nuestra valía personal está ligada a lo jóvenes y perfectas que seamos. Esto genera mucha ansiedad, inseguridad y una autoexigencia brutal. Nos miramos al espejo buscando la arruga, la flacidez, la cana que “no debería estar ahí”. Empujan a las mujeres a invertir tiempo, dinero y energía en cremas, tratamientos, filtros y cirugías, no porque queramos, sino porque el mundo nos dice que si no lo hacemos, no nos estamos cuidando lo suficiente y seremos percibidas de una mala manera. Esto te lleva a desarrollar trastornos como la atelofobia o el síndrome de la Barbie (miedo a la imperfección), o la dismorfofobia (rechazar tu cuerpo y verlo distorsionado, peor de lo que es) o adicción a la cirugía plástica. Y si decides no participar en esta carrera absurda, también te critican.
Es decir, que si no te haces tratamientos de cirugía estética, te critican, y si te los haces, también te critican… Entonces, ¿qué tenemos que hacer para contentar a la sociedad?
Además, en este culto a la juventud que perpetúa la infantilización de la mujer, se nos quiere jóvenes porque eso implica docilidad, dulzura y atractivo… En cambio, una mujer con signos de madurez se asocia con alguien que ya no se deja manipular tan fácilmente. Y ahí está la clave: la presión por parecer jóvenes no es solo estética, es una forma de control e inyectar baja autoestima a las mujeres para que se preocupen por aspectos superficiales, no en su cabeza o belleza interior.
Lo cierto es que, más allá de las críticas, Millie tiene solo 21 años. A estas edades, ¿cómo pueden afectar estos comentarios tan crueles que se han hecho sobre su físico?
A los 21 años estás en plena construcción de tu identidad y autoconfianza. La personalidad y el cerebro se va construyendo hasta los 25 años. Es una etapa en la que quieres descubrir quién eres sin que te estén juzgando cada dos segundos. Ahora imagina que todo el mundo analiza tu físico como si fueras un producto de supermercado. Atroz. A estas edades es un caldo de cultivo para que personas como Millie desarrollen algún tipo de trastorno relacionado con una baja autoestima, desde trastornos alimenticios, hasta depresión o hipocondría e incluso adicciones a sustancias. Por ejemplo, Aitana ha comentado que ha sufrido depresión por la presión social de las críticas sobre ella, sus bailes y su cuerpo.
Por suerte, parece que Millie tiene una personalidad firme y un entorno que la apoya. Pero, aunque ella pueda con ello, el problema sigue ahí: ¿cuántas chicas jóvenes ven esto y aprenden que su valor depende de cómo se vean a ojos de los demás? Ese es el verdadero daño.
Como madres, ¿qué podemos decirles a nuestras hijas para protegerlas de esta situación o para ayudarlas a enfrentar las críticas que reciban sobre su cuerpo?
Desde pequeñas, es fundamental que entiendan que su valor no se mide en kilos, arrugas o tallas. Debemos reforzar la idea de que son mucho más que su físico: son su inteligencia, su creatividad, su carácter y sus valores. A veces, sin darnos cuenta, caemos en el error de hacer comentarios sobre nuestro propio cuerpo o el de otras mujeres en tono negativo, y nuestras hijas absorben esos mensajes como esponjas. Si nos ven criticándonos a nosotras mismas frente al espejo, aprenden a hacer lo mismo. Por eso, el primer paso es ser el ejemplo: tratarnos con amor y aceptación para que ellas lo hagan también.
Otro punto clave es normalizar los cambios físicos. Crecer, madurar y envejecer son procesos naturales y hermosos. No podemos permitir que nuestras hijas vean esos cambios como algo negativo. Si alguna vez expresan preocupación por su aspecto, en lugar de minimizarlo o decirles simplemente que “son preciosas”, podemos ayudarles a ver su cuerpo desde una perspectiva más funcional y poderosa: su cuerpo no está ahí para ser juzgado, sino para vivir, experimentar, disfrutar y moverse.
También es crucial enseñarles a cuestionar los estándares de belleza. ¿Quién dicta lo que es bello y lo que no? ¿Quién se beneficia de que nos sintamos inseguras con nuestra apariencia?
Cuando nuestras hijas entienden que este sistema es una trampa diseñada para venderles inseguridades, dejan de ser tan vulnerables a él.
Y, por supuesto, debemos prepararlas para enfrentar críticas. Criar hijas seguras y libres de estos condicionamientos no es fácil en un mundo que sigue midiendo a las mujeres por su apariencia. Pero cuanto más reforcemos su confianza, más difícil será que las críticas les afecten. Su cuerpo es suyo y de nadie más.
A nivel psicológico, crecer estará lleno de bondades. ¿Qué mensaje lanzarías a nuestras lectoras que ya han cumplido los 50 para abrazar esta etapa de forma positiva y con ganas?
¡Queridas guerreras! ¡Crecer no es una condena, es un privilegio! Y llegar a los 50 (o más) debería ser motivo de celebración, no de angustia. La sociedad nos ha vendido la idea de que a partir de cierta edad empieza la decadencia, cuando en realidad es todo lo contrario: muchas mujeres dicen que es la mejor etapa de sus vidas.
A esta edad, ya no vives para complacer a los demás. Te conoces mejor que nunca, sabes lo que quieres y lo que no, y tienes una capacidad de disfrute que ni soñabas a los 20. Has pasado por suficientes dificultades como para entender que la vida es demasiado corta para perder el tiempo en inseguridades absurdas. Así que, en lugar de luchar contra la edad, ¿por qué no reconciliarnos con ella y con nosotras mismas?
La madurez trae consigo una mayor estabilidad emocional, una mejor capacidad de gestión del estrés y una mayor satisfacción personal. Esto se debe a que, con el tiempo, aprendemos a relativizar los problemas, a enfocarnos en lo que realmente importa y a liberarnos de la presión externa.
Así que, si has llegado a los 50, no te castigues por el paso del tiempo. Celebra que has vivido, que has aprendido, que tienes historias que contar y que lo mejor aún puede estar por venir. La juventud no es solo un estado físico, es una actitud. Y cuando dejas de temerle al tiempo y empiezas a disfrutarlo, te vuelves imparable.