Dice la leyenda que cuando Tom Hanks conoció a Sophia Loren, se arrodilló ante ella y le dijo: “Eres la mujer más hermosa que he conocido nunca”. La italiana, que durante años rechazó su reflejo en el espejo, se convirtió en la primera mujer que recibió un Óscar por una interpretación de habla no inglesa. Fue un icono, un símbolo de autenticidad y de belleza mediterránea. Y aún hoy, a sus 90 años, sigue siéndolos. Como dice nuestro refranero, “la que tuvo, retuvo”.
La italiana, sin embargo, ha rechazado siempre esa imagen de diva perfecta, de belleza cincelada. La suya ha sido siempre una elegancia natural, una coquetería en la mirada y un destello en la sonrisa.
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Su secreto de belleza, por tanto, no se esconde entre cremas y maquillajes. Su tratamiento más habitual, aseguraba en algunas entrevistas, era darse baños con aceite de oliva. “Lo que quepa en un tapón”, explicaba, y agua tibia. Así mantenía la actriz su piel tersa y radiante. Aunque su gran lección de belleza no tiene que ver con tratamientos ni productos. Tiene que ver con algo mucho más importante, algo que llevas dentro.
La belleza es…
Desde que llegamos al mundo y abrimos los ojos, empezamos a discriminar entre lo que nos gusta y lo que no. Los años y la exposición a la cultura van afinando el gusto. Lo que de adolescente te parecía increíble, con la madurez empieza a dar vergüenza. Y la relación que compartimos con la imagen que nos devuelve el espejo a veces queda contaminada por lo externo. Ningún niño o niña te dirá que cambiaría nada de su cuerpo, salvo quizá tener un par de alas, una cola de sirena o unas piernas gigantes con las que tocar la Luna.
Con el tiempo los defectos toman peso y, en esta sociedad educada para alabar una sola forma de belleza, nos encontramos rechazándonos y sintiéndonos pequeñas. “Nunca en la vida me miré al espejo y me dije que era guapísima”, confesaba en una entrevista para XLSemanal Sophia Loren. Si ella no se gustaba, ¿qué queda para las demás?
Por suerte, la italiana educó su mirada y descubrió su gran secreto para la belleza. Y es que, como dijo en varias ocasiones, “nada hace a una mujer más hermosa que la creencia de que es hermosa”.
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La seguridad en ti misma
Las palabras de Sophia Loren no carecen de sentido. Cuando las ponemos en crisis, cuando las buscamos en lo práctico, se revelan ciertas. Piensa en las personas que te parecen atractivas. ¿Se muestran seguras de sí mismas, pese a sus defectos, o se esconden y procuran pasar desapercibidas? Es muy probable que, al menos en su mayoría, las personas que te atraigan pertenezcan al primer grupo.
Y tiene una explicación. Para empezar, cuando te sientes segura de ti misma haces mil cosas que no haces desde la inseguridad, y que resultan naturalmente atractivas. Te expresas con claridad, caminas con otra postura, sonríes naturalmente, tomas decisiones sin miedo, y te tratas con respeto. Todo eso te presenta ante los demás como una persona digna de atención, como alguien deseable. Pero la cosa no acaba ahí.
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La psicología de la belleza
La psicología intenta comprender todos los aspectos del comportamiento humano, y eso incluye la percepción de la belleza, tanto propia como ajena. Y ha confirmado el mensaje de Sophia Loren.
“El sex appeal es un cincuenta por ciento lo que tienes y cincuenta por ciento lo que la gente piensa que tienes”, decía la italiana en otra ocasión. Su mensaje ha sido siempre el mismo. Es más importante presentarte al mundo con seguridad, incluso si dudas en cierta medida de tu belleza, que ser perfecta. Que obedecer al canon. “Una es como es, ha venido al mundo de esa forma y nadie puede cambiarlo. Y si hubieran tratado de cambiarle, yo les hubiera dicho que adiós”, aseguraba en la citada entrevista.
Todo esto es cierto, y se ha comprobado. La seguridad en una misma es fundamental para la atracción que generamos en los demás, y modifica cómo somos percibidas.
La Universidad de Columbia, por ejemplo, comprobó en 2010 que las mujeres que mostraban confianza en su lenguaje corporal y expresiones eran percibidas como significativamente más atractivas, independientemente de sus rasgos físicos objetivos. La psicología explica este fenómeno con lo que se conoce como “efecto halo”. Si una persona transmite seguridad, nuestro cerebro tiende a asociar automáticamente esa cualidad con otras positivas, como la belleza, la atracción, la inteligencia o la simpatía.
Así que, sí, Sophia Loren tenía razón cuando decía que “la belleza es cómo te sientes por dentro, y se refleja en tus ojos, no es algo físico”. La belleza no está en la ausencia de arrugas, canas, celulitis, marcas de expresión ni ninguna de esas supuestas “imperfecciones” de las que te dicen que debes deshacerte. Si quieres atenuarlas, maquillarlas o hacer con ellas lo que quieras, estás en tu derecho, pero que no sea con el fin de alcanzar ningún estatus de belleza. Porque la realidad es que para ser guapa lo único que necesitas es mirarte al espejo y decirte: “Yo también soy la mujer más hermosa del mundo”.