Cuando pensamos en las bellezas míticas del Hollywood del siglo XX, es inevitable que el nombre de Audrey Hepburn se nos venga a la cabeza. Considerada por muchos como la actriz más hermosa del siglo pasado, Hepburn nos conquistó con Vacaciones en Roma, nos enamoró con Desayuno con diamantes y se nos coló en el corazón para siempre con My Fair Lady.

Su belleza legendaria fue motivo de entrevistas en la era dorada del cine, entre las que aparecía siempre la pregunta que todas nos hacemos al mirarla. ¿Cuál era el secreto de su belleza? ¿Cómo alcanzar la elegancia, el porte y el magnetismo de aquella mujer?

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Su respuesta siempre fue la misma. “La belleza de una mujer no está en la ropa que usa, la figura que lleva o la forma en que se peina. La verdadera belleza se refleja en su alma”, respondía tomando prestado el poema de Sam Levenson para expresar su propia verdad.

La belleza está en el interior

La frase parece, casi, prefabricada. La hemos escuchado cientos de veces, en cuentos, en películas, en canciones, en la calle, en conversaciones y hasta en publicidad: la belleza está en el interior.

Pero, ¿qué tiene de cierto el mensaje? La belleza, al fin y al cabo, se ha vendido en nuestra sociedad con un modelo preestablecido. Sí, ha cambiado un poco según la moda del momento, pero si pensamos en una mujer bella todas dibujamos más o menos el mismo rostro. ¿Cómo es posible, en una sociedad como esta, defender que la belleza está en el interior? La respuesta la tienes en tu entorno, aunque te cueste creerlo.

Haz el siguiente ejercicio. Cierra los ojos y piensa en la persona más guapa que conozcas. No una celebridad, no una modelo, ni una influencer. Alguien a quien conozcas de verdad. Si tienes a mano una foto de esta persona, mírala con atención. O fíjate la próxima vez que os encontréis. Descubrirás que, contra todo pronóstico, no es perfecta.

Puede que ni siquiera encaje del todo en el concepto de belleza canónica que tenemos en nuestra sociedad. De hecho, con toda probabilidad, tendrá muchas características que socialmente se consideren “feas”. Marcas de nacimiento, arrugas, canas, granos, algunos “kilitos de más” o cualquier otra “imperfección” que corregir, como no, con una amplia gama de productos.

A ti, sin embargo, te parece la persona más guapa que conoces. Y es porque sí, la belleza está en el interior.

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El mejor accesorio

Suele decirse entre risas aquello de “si no sabes qué ponerte, ponte una sonrisa”. Y despreciamos el valor que tiene esta frase. Si hablamos en términos prácticos y terrenales, la sonrisa tiene un efecto muy poderoso sobre el cerebro. Como explica la neurocientífica Nazareth Castellanos, sonreír le dice a tu mente que todo va bien, modifica tus emociones y te ayuda a vivir con mayor seguridad. Y esa seguridad, lo creas o no, hace que los demás te perciban más guapa. Más atractiva. Porque las emociones se contagian, como confirma también la experta. Somos holobiontes, seres interconectados.

Pero dejemos de lado la ciencia, y hablemos de poesía. Porque Audrey Hepburn, la mujer más bella del siglo XX, usaba este lenguaje para responder cuando le preguntaban por la belleza.

“Para tener unos labios atractivos, di palabras amables”, dice el famoso poema que citaba recurrentemente la actriz. “Para tener unos ojos bonitos, busca lo bueno en las personas. Para una figura esbelta, comparte tu comida con los hambrientos. Para tener un cabello hermoso, deje que un niño pase sus dedos por él una vez al día. Para mantener el equilibrio, camina sabiendo que nunca caminas solo”.

La poesía, la belleza

La poesía tiene el poder de evocar a la realidad por medio de la métrica y la rima, y en este poema en particular se esconde una verdad inmensa. Y es la materia con la que se configura la belleza interior.

Al fin y al cabo, con la mirada buscamos en los demás lo que deseamos. Eso explica que veamos atractivas a las personas que ostentan ciertos lujos, por ejemplo. O que se encuentran en una posición de poder. Lo demostraba un estudio publicado en Evolution and Human Behavior (2010). El estatus social aumenta la percepción del atractivo físico.

Pero la realidad es que, si hay algo que todas y cada una de las personas deseamos en este mundo, es felicidad. Y por eso, esa belleza interior de la que nos habla el poema se construye con eso, con felicidad. Las personas felices son siempre las más bellas.

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Un alma bonita, un corazón feliz

La felicidad nos hace guapas. Es así. Lo demostraba el psicólogo alemán Ulrich Orth en un estudio publicado en Emotion (2008). Las personas que sonríen genuinamente son percibidas como más atractivas, efecto que se potencia espacialmente en mujeres.

Pero ¿dónde entra esto del alma bonita del que nos hablaba Audrey Hepburn? Si vuelves a leer los versos citados, pensarás inmediatamente en que la belleza interior debería estar más relacionada con la bondad que con la felicidad. Y no te equivocas. Son causa y efecto.

Ser buenos nos hace felices. Ser amables, hacer favores, cuidar de los demás y conectar con las personas que nos rodean garantiza nuestra felicidad, y también nuestra belleza. La propia Hepburn, que en los 80 y los 90 se volcó en las causas sociales como embajadora de buena voluntad en UNICEF, es prueba de ello.

Cuando somos buenas, somos felices. Cuando somos felices, somos bellas. Rafael Narbona, filósofo, lo expresa de la siguiente manera: “Solo nos ganamos el derecho a ser felices cuando obramos éticamente”. Y añado: solo nos ganamos el derecho a ser bellas cuando somos felices.

La química de la belleza

La relación entre belleza, bondad y felicidad es también química. Se lo debemos todo a una hormona muy especial: la oxitocina.

Esencial durante el parto y la lactancia, este neurotransmisor es la recompensa que nos ofrece el cerebro cuando conectamos con los demás, cuando somos empáticos. Un resquicio de la evolución para fomentar lo que permitió prosperar a la humanidad: la cooperación y la bondad.

¿Alguna vez has escuchado eso de que las embarazadas brillan? ¿Qué están más guapas que de costumbre? Es por la oxitocina.

La bondad nos hace felices, y la felicidad nos hace bellas. Ese es el único secreto. Siguiendo el consejo de Audrey Hepburn, por tanto, es hora de dejar de buscar defectos en el espejo y empezar a buscar bondades. Disfruta tu vida, quiérete, agradece cada día, haz el bien a los demás, y tu piel, tus ojos, tus labios, tu cuerpo, brillarán con luz propia.