Si hablamos de una mujer que se ha ganado a pulso el cariño de la dinastía Bernadotte, sin lugar a dudas conviene apuntar a Sofia Kristina Hellqvist. Conocida por todos como Sofía de Suecia, la duquesa de Värmland no fue necesariamente bien recibida en la institución en primera instancia. Cuestión de prejuicios, pues la actual nuera de Carlos Gustavo no contaba con un linaje 'royal' a su espalda y la precedían un pasado polémico.

Al fin y al cabo, si de algo es reflejo la historia de Sofía es de que en ningún caso entraba entre sus planes acabar formando parte de la familia real sueca. Se mudó joven a Estocolmo y allí comenzó a trabajar de modelo. Posaba en bikini, se envolvía en serpientes e incluso participaba en 'reality shows'. No obstante, su vida cambió por completo en el 2010. Conoció al príncipe Carlos Felipe, se enamoró y el 13 de junio de 2015 se casaron. Juntos han sido padres de tres niños, y aunque los soberanos les costó digerir su perfil en un principio, ahora ya está más que asentada entre los muros de palacio. ¿O no? Lo cierto es que hay un detalle que podría hacer pensar todo lo contrario.

Sofía de Suecia y su eterna tiara: ¿elección o imposición?

Se trata, en realidad, de una cuestión que atañe directamente a sus estilismos. Y es que a pesar de que el próximo junio de 2024 se cumplirá una década desde que Sofía aterrizó en la institución, hay un elemento persistente en todas sus apariciones en de gala. No necesariamente es esto algo negativo, aunque sí sorprendente, atendiendo a las dinámicas que se dan habitualmente entre Reinas y princesas. Basta con fijarse a simple vista en sus elecciones de indumentaria para darse cuenta: siempre usa la misma tiara.

Concretamente, se trata de su tiara nupcial. Es decir, la pieza que los reyes Carlos Gustavo y Silvia le regalaron para su boda con el príncipe. No obstante, y a pesar de que se trata de una joya cargada de significado para la familia, el hecho de que se valga de ella en prácticamente todas las ocasiones hace pensar que su acceso al joyero de los Bernadotte es limitado. Más cuando es por todos sabido que la Reina y las princesas Victoria y Magdalena disponen de muchas tiaras para poder elegir. ¿Por qué sucede esto? Para desgracia de los curiosos, y aunque algunos podrían achacarlo a cierta desconfianza desde la Corona, no existe ninguna explicación oficial.

Mary Donaldson

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Adrián Monterrubio

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La última ocasión en la que Sofía se dejó ver luciendo el obsequio de sus suegros fue en la noche del pasado 23 de abril, durante la cena que los Reyes ofrecieron en honor al presidente de Finlandia. Enfundada en un vestido azul con escote estampado y acompañada de su marido, la duquesa decoraba su cabeza con la que, al parecer, es su única diadema. Eso sí, no será porque no le haya sacado partido. En los casi diez años que hace que la tiene, Sofía la ha 'tuneado' a su antojo, modificando las piedras que la decoran para combinar con los tonos de su ropa. Desde esmeraldas hasta amatistas, pasando por citas en las que ha preferido no ponerle ningún ornamento. En esta ocasión, su elección fueron unos topacios Blue London.

Las ocasiones en las que Sofía sí ha lucido otra tiara

Más allá de que esta es su tónica general desde 2017, cuando cambió la base de su tiara nupcial para abrirla un poco más, es importante no obviar que sí ha habido algunas excepciones en las que sí 'se le ha permitido' vestir algunos de los tesoros más preciados del joyero Bernadotte. Es el caso de su aparición en los Premios Nobel de 2016, cuando usó una tiara medieval de Victoria. En el día consecutivo, la pudimos ver con la 'diadema de los cuatro botones'. Las últimas veces en las que su regalo de nupcias no ha sido el elegido fueron una cena con el gobrnador de Canadá, en la que Sofía tomó prestada la tiara de amatistas, y el 70 cumpleaños de Harald V de Noruega, cuando prefirió ponerse la 'diadema de los seis botones'.