Todos el mundo parece tener una opinión formada sobre Carmen Lomana. Para muchos, es una de las mujeres más elegantes de España. Para otros tantos, una mera ricachona tan pija como facha. "Lo que más me duele es cuando me dicen que pegué un braguetazo, que me casé con un viejo, con un hombre muy rico", confesó una vez la televisiva empresaria, que se convirtió en una persona pública en 2008, tras aparecer en una entrega del programa de televisión 'Comando actualidad', titulada '¿Los ricos también lloran?', en la que lamentaba que, debido a la crisis económica, sus amigos ricos no tenían 'cash' para ir al supermercado.

"El pobre de siempre, que ha estado pidiendo, está acostumbrado, pero lo peor son las personas que viven bien y de repente se encuentran con que les embargan la casa, no tienen paro,...". Sus palabras causaron polémica y llevaron a que algunos periodistas empezaran a indagar en la vida de aquella señora tan políticamente incorrecta. 

Pronto se supo que había nacido en León, que era hija de un banquero originario del País Vasco —lo que la llevó a crecer en San Sebastián— y que llegó a licenciarse en Filosofía. En 1974, mientras trabajaba para el Banco Santander en Londres, conoció en un club de jazz a Guillermo Capdevilla, un diseñador industrial chileno que entonces hac��a un doctorado en la ciudad.

"Él era muy de Allende", comentó sobre sus diferencias políticas —Lomana llegó a presentarse al Senado por Madrid con VOX—. "En su familia eran todos muy de derechas, pero él no, lógico en esa época de la universidad. Era un hombre con muchísima conciencia social, con ganas de ayudar y tremendamente generoso. Cuando se metió en política le detuvieron y fue preso durante el golpe militar. Por eso le decía que había sido un tonto útil, luego pensé que realmente no era así, sino un tío bárbaro. Le podían haber fusilado en el Estadio Nacional de Chile como a muchos compañeros suyos, pero gracias a su familia, que era muy influyente, pudo salir".

Un cuento de hadas

Lomana quedó prendada del chileno, que con el tiempo lograría una gran proyección internacional tras recibir el premio Simo por el diseño del ordenador ZX Spectrum 128. Según ha dicho, ambos vivieron un auténtico cuento de hadas en aquella época: "No necesitábamos nada, porque lo teníamos todo: el amor, los amigos, y lo suficiente para darnos algún capricho y llenar el carrito del supermercado. Teníamos complicidad solo con mirarnos. Conseguimos comprar la casa de nuestros sueños en San Sebastián. Fui muy feliz, vivía en la casa que siempre deseé, con el hombre que quería".

Se casaron apenas seis meses después de conocerse, en la iglesia románica de Llanes (Asturias). Aquel día, Lomana llevaba un vestido de estilo victoriano, diseñado por la inglesa Marisa Martín, que luego le robarían cuando vendió su casa de San Sebastián. Aunque llegaron a pensarlo, no tuvieron hijos porque, según contó la propia Lomana, ella se había quedado estéril debido a una negligencia médica: "Le dije a Guillermo que como no podía darle hijos no podíamos seguir juntos, pero él se negó. Me dijo que estaba conmigo porque me quería, que los hijos son consecuencia del amor y que si no los teníamos íbamos a ser igual de felices. Él era así, eso es de una gran generosidad".

Cena de picoteo de Carmen Lomana
@carmen_lomana

En realidad, fueron bastante felices durante los más de veinte años que duró su historia de amor. La desgracia les sobrevino en 1999, fecha en la que Capdevila murió en un accidente de circulación en Pamplona. Lomana quedó viuda, pero al menos le dejaron la economía resuelta. De hecho, heredó un millar de patentes y cinco viviendas, entre ellas, cuatro pisos en Madrid —uno es el casoplón de 450 metros cuadrados, en la calle Fortuny, donde reside habitualmente— y una casa en Marbella —donde le gusta veranear—.

Carmen Lomana

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"Estuve cuatro años que no era persona", dijo en una ocasión. "Mi madre me dijo que me viniera a Madrid y cambiara de vida, porque la vida son etapas. Pero nunca para encontrar a un hombre que llenara el hueco de Guillermo. Guillermo me ha dejado una cicatriz en el corazón que es muy difícil, aunque yo me lo pase muy bien y tenga mis amantes, novios y amigos. Nunca ha llegado un hombre como para enamorarme".

Disfrutona y amante de la vida cara, a Lomana no le supuso demasiado esfuerzo integrarse en la alta sociedad madrileña. Tampoco se la ve especialmente incómoda en su faceta de tertuliana, articulista y coleccionista de moda. "Al principio, los medios me vendieron como una coleccionista de arte, como una millonaria casi inaccesible, y muchas veces he tenido la necesidad de desmontar todas esas historias", se quejó en una entrevista. "En este país lo mejor es que las cosas te vayan mal, parece que hay que esconder la felicidad para no caer mal. La pena es muy rentable [...]. Ahora mismo no tengo deudas con nadie, pero sí sé lo que son. Hubo un tiempo que tuve problemas con Hacienda. Soy humana".