Si tuviera que describir a Helen Mirren en una sola palabra sería icónica. Es una de las actrices británicas más queridas, respetada y aclamadas por la industria cinematográfica. No solo ha dado vida a personajes tan icónicos como la inspectora Jane Tennison o la Reina Isabel II, sino que además es una de las pocas actrices del mundo que puede presumir de haberse hecho con los cuatro grandes premios: el Óscar, el BAFTA, el Globo de Oro y el Premio del Sindicato de Actores.
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Todo esto la convierte, sin atisbo de duda, en una estrella del cine. Y como tal, hace tiempo que ha dejado de preocuparse por un problema que nos acompleja a muchas: las canas.
El suyo es un ejemplo de seguridad y de vida bien vivida, un recuerdo de que la vejez no nos convierte en personas desechables, sino en mujeres icónicas con mucho que contar y que enseñar. Para Mirren, las canas no son un problema, y anima a toda aquella que la lea a probar, a experimentar y dejar de verlas como enemigas.
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Canas, ¿por qué no?
Sobre las canas no hay nada escrito, aunque parezcamos obligadas a teñirlas. Ese comentario de “te toca teñirte, ya se te notan las canas” es una auténtica tontería. No es una obligación, es una decisión personal.
Lo de Helen Mirren, desde hace muchos años, fue dejarse las canas y lucir un orgulloso cabello blanco. “Debo decir que fue muy fácil para mí, porque mi cabello siempre fue rubio”, confesaba la actriz para Vogue en 2021. “Era rubio natural, y aunque a veces era bastante oscuro, en verano, cuando pasaba tiempo al sol, prácticamente se volvía blanco”.
Esto hizo que para ella el proceso de perder el color en su cabello no fueran tan complicados. “Simplemente, parecía cada vez más como si hubiera estado al sol, pero todo el año”, asegura con tono despreocupado. Ojalá toda pudiéramos ver de esa manera las canas, con esa naturalidad.
Una cuestión personal
Aunque para ella fue algo natural, reconoce que “puede ser más difícil dejarse las canas si tienes el cabello mucho más oscuro”, aunque también recuerda a mujeres de su edad que se han animado a dar el paso y que “se ven espectaculares”.
En su caso, la transición no estuvo exenta de tintes. “Me puse reflejos tenues en el pasado y me gustará volver a hacerlo pronto” comentaba allá por 2021. Estos reflejos no la obligaban a pasar horas en peluquerías, porque asegura que para ella es “aburrido y caro”. Lo hacía en casa, sin complicaciones.
El punto de inflexión llegó cuando dio vida a la reina Carlota, esposa del rey Jorge III (en la película La locura del rey Jorge. “La historia transcurrí en el siglo XVIII, una época en la que se usaban pelucas. Se empolvaban de polvo y gris porque les sentaba increíblemente bien y lo entendían”.
Esto la hizo reflexionar y cambiar de perspectiva. De ahí que, desde hace ya muchos años, Helen Mirren sea una de las muchas orgullosas mujeres que luce sus canas con orgullo.
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Hay que animarse
Para Mirren las razones para no teñirse están muy claras. Ir a la peluquería es “aburrido y caro”, hacerlo ella misma le produce pereza, como confesó la actriz en 2020, y sin duda reconoce que le sienta bien. A ella, y a otras muchas mujeres de su edad.
Es por eso que más pronto que tarde llegó a la conclusión que compartía en Vogue: “hay que animarse a dejarse canas”. La actriz aclaraba acto seguido que “eso no significa que no puedas disfrutar de tu cabello, porque es una parte muy importante de cómo te sientes contigo misma”, por lo que está completamente de acuerdo con que “cada persona debería hacer lo que le haga sentir más cómoda”. Ni canas, ni tinte. Lo que cada una quiera y sienta que encaja mejor con su momento vital.
Aceptar lo natural
Su decisión de aceptar las canas no pilló por sorpresa a demasiados. Mirren ha sido una fiel defensora de la autenticidad, como confesaba en esta misma entrevista a propósito de sus mejillas. “Siempre tuve las mejillas regordetas (¡y todavía las tengo!) así que siempre las hundía. ¡Pero no puedes hundir las mejillas y sonreír al mismo tiempo! Es absolutamente imposible”, confesaba la actriz.
Por suerte, llegó un momento de su vida en el que decidió aceptarse tal como era, quererse y reforzar su confianza en sí misma. “Fue hace mucho tiempo, pero recuerdo el momento en que aprendí a sonreír”, recuerda con nostalgia. “Descubrí que, en realidad, es bonito sonreír abiertamente y con libertad, no con una sonrisita tensa, sino con una grande”. Una sonrisa que, sin duda, hace juego con sus canas.