Grace Kelly fue siempre un ejemplo de glamour, de elegancia y de belleza. Con un rostro armónico y clásico, unos ojos azules preciosos, su piel clara y sus labios definidos, se convirtió en el rostro de la aristocracia estadounidense. Cuidaba con mimo su estilo, que era siempre minimalistas, limpio y pulido.

Y lo hacía porque sabía que no necesitaba de estridencias ni de provocaciones para ser hermosa. La suya era una belleza contenida, sofisticada y elegante, con una feminidad etérea que contrastaba con las curvas explosivas de algunas de sus contemporáneas, como Marilyn Monroe.

Grace Kelly
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Sin duda, Grace Kelly fue una musa de la época. Alfred Hitchcock la bautizó como “la rubia perfecta”, y su estilo sentó cátedra. Hoy lo llamamos clean beuty. Pero lo cierto es que tras todas estas decisiones estéticas se esconde una filosofía más profunda. Porque, como solía decir la actriz, “la belleza de una mujer no está en la ropa que usa, ni en la figura que tiene o en la manera en que peina su cabello. La belleza de una mujer se refleja en sus ojos, porque ellos son la puerta de entrada a su corazón”.

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La belleza no es ostentación

Ya en los años 50, cuando Grace Kelly se convirtió en una estrella de Hollywood y poco antes de convertirse en la princesa de Mónaco, la belleza iba en cierta medida relacionada con la ostentación. Recordemos que la suya era una elegancia aristocrática, que durante años se había aferrado a la opulencia para distinguirse, para exhibirse.

Sin embargo, Grace Kelly no fue nunca de esas mujeres que cargaban con pesadas joyas o convertían la imagen en escaparate. El suyo fue un legado de elegancia sin adornos, como debería ser la verdadera elegancia.

En tiempos modernos, cada vez más vemos a mujeres hermosas apostar por este modelo de clean beauty, que busca la belleza desde la elegancia, y no desde la ostentación. Ejemplo de ello es nuestra Reina Letizia, coronada como toda una clean girl por este mismo medio.

Sin maquillaje excesivo, sin ropa llamativa, sin joyas excesivas ni otros adornos, las mujeres realmente elegantes, como Grace Kelly o Letizia, consiguen atraer miradas con una belleza más natural, y menos artificial, en la que, como destacaba la actriz y princesa, la mirada es esencial.

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La belleza en la mirada

Lo que Grace Kelly dijo en su época fue transgresor. Una mujer despeinada en el siglo XXI es una cosa, en el siglo XX otra bien diferente. Ahora la belleza natural está a la orden del día, o, al menos, ha cobrado mayor protagonismo que en el pasado. No está de más recordarlo, sin embargo, porque como dijo la actriz, la belleza no está en la ropa que usamos, en el peinado, ni siquiera en la figura. Todos los cuerpos, en cualquier ropa e incluso con el pelo despeinado, pueden ser hermosos. Pero solo si tienen algo en común: una mirada limpia, que transmita e inspire. Una mirada sincera.

Pero ¿por qué defendía Grace Kelly que la belleza está en la mirada? Desde una perspectiva psicológica, sus palabras tienen peso. Un estudio publicado en la revista Perception (2006) aseguraba que los ojos reciben más atención que cualquier otra parte del cuerpo, incluso más que la boca o la nariz, cuando miramos con atención a una persona. Y esto se debe a que contienen mucha información emocional y social.

Una mirada directa y segura, revelaba la Universidad de Dartmouth, activas regiones del cerebro vinculadas con el placer y la recompensa. Sentirse mirado genera una sensación de conexión interpersonal y puede incrementar la percepción de belleza del otro.

Los ojos son, además, como señala Kelly de manera poética, la puerta al corazón. La emoción se transmite a través de la mirada, por lo que puede modificar por completo como se percibe la belleza. Una persona con una mirada amable o cálida puede ser considerada más atractiva, incluso si sus rasgos faciales no son simétricos o perfectos.

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Cultiva tu mirada, cultiva tu belleza

Siguiendo el consejo de Grace Kelly, centrarnos en cultivar una mirada bonita, conseguiremos una belleza elegante, una belleza auténtica. Para ello debemos cuidar tanto el aspecto estético, como el emocional. Porque, recordemos, la belleza de la mirada reside en que abre paso a lo que tenemos dentro.

Para ello, te dejamos algunos consejos prácticos:

  • Cuida la salud de tus ojos. Para cuidar de tus ojos, necesitas dormir bien (esto reduce rojeces, ojeras e hinchazón), comer bien (especialmente alimentos ricos en antioxidantes, como las zanahorias, los arándanos o las espinacas), hidratarlos bien (sin pasar muchas horas frente a la pantalla o usando lágrimas artificiales si no te queda otra) y protegiendo tus ojos del sol con gafas con filtro UV.
  • Potencia tu expresión natural. La belleza de la mirada está muy relacionada con lo que expresa, así que es hora de expresar más. Sonríe, y hazlo de forma auténtica, para involucrar a los ojos en el proceso. Conecta emocionalmente, mira con atención y con interés real por el otro, para conseguir una mirada más intensa y atractiva.
  • Usa el maquillaje con estrategia. Si te gusta maquillarte, apuesta por un estilo minimalista y bien elegido. Delinea sutilmente para definir la forma del ojo sin endurecer la expresión, aplica máscara de pestañas para darle viveza a la mirada, corrige ojeras si te incomodan e ilumina el arco de la ceja para dar más frescura.
  • Entrena tu mirada. La mirada directa es clave para generar conexión, para crear belleza. Así que practica el contacto visual consciente, sin forzar ni invadir. Mira a los ojos con calidez, sin tensión, proyectando seguridad y calma.
  • Sé auténtica. Lo más importante, sin embargo, es que nunca olvides que la mirada más bella es la que refleja autenticidad. Si estás presente, si te emocionas, si te interesas, tu mirada lo muestra. La elegancia solo puede construirse con verdad.