Ponte en situación: entras en el ascensor a la vez que un misterioso desconocido, os miráis a los ojos y sientes que todo los astros se han alineado para que esa conexión tan espectacular tenga lugar. O quizá has quedado con tus amigos y te presentan a un compañero de trabajo que te atrae al instante a todos los niveles, tanto que estás convencida que es un regalo del universo y que estáis predestinados de una forma mágica. ¡Menudo subidón!

Cuando sientes ese amor a primera vista, ese flechazo increíble que por unos instantes te impide pensar con claridad y te empuja a idealizar a la persona y la situación, en realidad se está produciendo una auténtica tormenta química y cerebral que empieza en cuestión de segundos y te arrastra manteniendo tus emociones a flor de piel. 

Fotografía    Leticia Martín Enjuto
@Leticia Martín Enjuto

La psicóloga general sanitaria Leticia Martín Enjuto nos ha contado un montón de cosas sobre el amor a primera vista, desde los procesos cerebrales y hormonales que intervienen hasta el papel que juegan las experiencias previas y los esquemas mentales de cada cual, pasando por los riesgos emocionales que pueden surgir en algunos casos al dejarnos llevar por él. La encontrarás en su despacho en Valencia y en su perfil @leticiamartin.psicologa.

 

Amor a primera vista

Leticia Martín Enjuto, con varios másteres entre los que se destacan el Máster en Sexología y Terapia de Pareja, el Máster en Psicología Cognitivo-Conductual y Máster en Psicología General Sanitaria, señala que cuando alguien experimenta amor a primera vista, no es solo una reacción a lo que ve o siente en ese instante. Detrás de esa sensación tan intensa hay un proceso mucho más profundo con muchos factores implicados. ¿Por qué esa persona y no otra?

¿Desde la psicología, cómo se define el amor a primera vista y en qué se diferencia de la atracción física inmediata?

El amor a primera vista se vive como ese momento mágico en el que, de repente, alguien nos llama la atención de una forma tan intensa que sentimos una conexión emocional y una atracción muy fuerte, incluso sin haber hablado con esa persona. Es como si, de pronto, el mundo se detuviera y solo existiera ese alguien especial. Muchas veces, esta sensación viene acompañada de nervios, calor, rubor en las mejillas y unas ganas casi irresistibles de acercarse o conocer más a la otra persona. Todo esto va de la mano de una fuerte idealización, donde tendemos a ver al otro como único, casi perfecto, y surge un deseo inmediato de estar cerca.

Ahora bien, es importante distinguir esto de la simple atracción física inmediata. Cuando solo hay atracción física, lo que nos llama la atención es principalmente el aspecto o el deseo, es decir, cómo se ve la persona. Sin embargo, el amor a primera vista va un paso más allá: no solo nos atrae físicamente, sino que también sentimos una conexión emocional instantánea, como si esa persona estuviera hecha para nosotros. En ese instante, solemos proyectar en el otro nuestras expectativas y deseos, y podemos llegar a pensar que hemos encontrado a alguien “destinado” o “perfecto”.

¿Existen bases científicas que respalden la existencia del amor a primera vista o es más bien un mito romántico?

Cuando conocemos a alguien que nos atrae, nuestro cerebro reacciona de forma casi mágica: se activan áreas relacionadas con el placer y la motivación, y se liberan sustancias como la dopamina y la noradrenalina. Esto nos hace sentir una mezcla de euforia, nervios y hasta cierta obsesión por esa persona. Es como si todo en nuestro cuerpo nos empujara a querer saber más, a estar cerca y a buscar su atención.

Sin embargo, el amor verdadero —ese que es profundo y duradero— no surge de inmediato. Para que realmente se forme un vínculo sólido, necesitamos tiempo, confianza y la oportunidad de construir un apego genuino. Estos procesos requieren compartir experiencias, superar retos juntos y conocerse de verdad, algo que va mucho más allá de la chispa inicial.

Estas y otras investigaciones, como la revelada por la Universidad de Zurich, demuestran que el amor a primera vista, en el sentido estricto de la palabra, no existe. No obstante, el “amor a primera vista” no es más que un intenso deseo o atracción física tentadora y embriagadora empapada por la memoria, sus sesgos y el impulso a recordar el primer encuentro bajo un velo de idealismo. Por otro lado, dicho fenómeno se relaciona estrechamente con el “Efecto Halo”, ante el que atribuimos elementos de bondad y cualidades destellantes solo por el mero hecho de habernos sentidos atraídos.

¿Qué procesos cerebrales y hormonales intervienen cuando una
persona experimenta amor a primera vista?

Cuando alguien siente amor a primera vista, en realidad está viviendo una auténtica tormenta química y cerebral. Todo empieza en cuestión de segundos: nuestro cerebro hace una evaluación rapidísima de la persona que tenemos delante, casi sin darnos cuenta. La información visual viaja a zonas especializadas que, entre otras cosas, nos ayudan a decidir si esa persona nos resulta atractiva o no.

Si la respuesta es sí, se activa una especie de “botón de recompensa” en nuestro cerebro, llamado circuito de recompensa. Se libera dopamina, que es el neurotransmisor del placer, y esto nos hace sentir una mezcla de motivación, euforia y ganas de acercarnos a esa persona, como si acabáramos de ganar un premio.

Junto a la dopamina, también entran en juego otras sustancias: por ejemplo, la serotonina baja (neurotransmisor del equilibrio emocional), lo que puede explicar por qué nos volvemos un poco obsesivos y tendemos a idealizar a la otra persona. Además, la noradrenalina se dispara, provocando ese cosquilleo en el estómago, el corazón acelerado y esa sensación de nerviosismo que muchos describen como “mariposas”.

En ese estado, la parte de nuestro cerebro que normalmente nos ayuda a pensar con claridad y ser críticos —la corteza prefrontal— pierde protagonismo. Esto hace que veamos a la otra persona casi perfecta y minimicemos sus defectos. Incluso, cuando dos personas se miran a los ojos, sus cerebros pueden sincronizarse, lo que refuerza esa sensación de conexión instantánea. Si la relación avanza, con el tiempo empiezan a aparecer otras sustancias como la oxitocina y la vasopresina, que son las que realmente ayudan a crear un vínculo más profundo y duradero.

¿El amor a primera vista puede considerarse una forma de apego o está
más relacionado con la idealización?

El amor a primera vista suele estar mucho más relacionado con la idealización que con la construcción de un apego profundo y auténtico. Cuando nos “flechamos” por alguien al instante, lo que realmente domina es esa atracción intensa y una oleada de emociones que nos hace ver a la otra persona como casi perfecta, aunque en realidad la conozcamos muy poco.

Este fenómeno se caracteriza precisamente por esa tendencia a ver solo lo bueno, a poner a la otra persona en un pedestal y a no notar (o ignorar) sus posibles defectos. Es como si nos pusiéramos unas gafas de color rosa que nos impiden ver la realidad completa.

amor a primera vista
iStock

¿Qué papel juegan las experiencias previas y los esquemas mentales en
la predisposición a sentir amor a primera vista?

Nuestras experiencias previas y los esquemas mentales que hemos ido formando a lo largo de la vida funcionan como una especie de filtro invisible cuando conocemos a alguien nuevo. Es como si lleváramos unas gafas especiales que nos ayudan a identificar, casi sin darnos cuenta, aquellas señales o características que encajan con lo que buscamos o deseamos en una pareja. Por eso, estos esquemas influyen muchísimo en cómo interpretamos y reaccionamos ante nuevas personas o situaciones.

Cuando alguien experimenta amor a primera vista, no es solo una reacción a lo que ve o siente en ese instante. Detrás de esa sensación tan intensa hay un proceso mucho más profundo: el cerebro activa expectativas y patrones internos que ya estaban ahí, moldeados por todo lo que hemos vivido antes. Por ejemplo, nuestra historia personal, las relaciones que tuvimos en el pasado y los modelos de amor que aprendimos —ya sea en casa, en películas o en libros— van creando una especie de “mapa” interno sobre lo que consideramos atractivo, seguro o deseable.

Esto significa que, si hemos tenido buenas experiencias con personas que
comparten ciertos rasgos físicos o de personalidad, nuestro esquema mental tenderá a asociar esos rasgos con sensaciones de seguridad, atracción o incluso deseo. Estos esquemas no solo afectan la manera en que percibimos a los demás, sino también nuestra propia disposición emocional y la actitud con la que nos acercamos a un posible romance.

¿Hay perfiles de personalidad más propensos a experimentar amor a
primera vista?

Sí, existen perfiles de personalidad que son más propensos a experimentar el llamado amor a primera vista. Los estudios avalan que las personas con una personalidad extrovertida, es decir, aquellas que son sociables, abiertas y disfrutan conectando rápidamente con los demás, tienden a vivir con mayor frecuencia este tipo de flechazo. Su facilidad para interactuar y establecer vínculos inmediatos favorece que perciban una fuerte conexión desde el primer encuentro.

Las personas que tienen una visión idealista del amor, que creen en el destino o en la magia de los encuentros, suelen interpretar una atracción inicial intensa como algo especial o predestinado. Este perfil tiende a proyectar sus expectativas y deseos en la otra persona, facilitando la aparición de esa “chispa” instantánea. 

Además, quienes son altamente emocionales y se dejan llevar por sus sentimientos también muestran mayor predisposición a experimentar amor a primera vista. Estas personas viven las emociones con intensidad y son más receptivas a las sensaciones de euforia y conexión que caracterizan el flechazo. La impulsividad es otro rasgo asociado: quienes toman decisiones rápidas y se guían por la emoción del momento pueden confundir una fuerte atracción inicial con amor verdadero.

¿Qué riesgos emocionales pueden surgir al dejarse llevar por el amor a
primera vista?

Uno de los mayores riesgos de dejarse llevar por el amor a primera vista es la idealización. Al principio, solemos ver a la otra persona como perfecta, centrándonos en lo que nos atrae y pasando por alto sus defectos. Esto puede hacer que pongamos demasiadas expectativas en la relación y, con el tiempo, nos sintamos decepcionados cuando descubrimos aspectos menos ideales del otro.

Otro peligro es caer en la obsesión o la dependencia emocional. La intensidad del flechazo puede generar una especie de “adicción” a la presencia y atención de la otra persona, lo que nos lleva a perder objetividad, tomar decisiones impulsivas y avanzar demasiado rápido sin conocer realmente al otro.

Además, el enamoramiento inicial puede nublar nuestro juicio, como hemos comentado, y dificultar que veamos con claridad si esa persona realmente es compatible con nosotros a largo plazo, o incluso nos puede hacer ignorar señales de alerta importantes.

Por último mencionar que, cuando la realidad termina imponiéndose sobre la fantasía y la relación no evoluciona hacia algo más profundo y realista, es fácil que la emoción inicial se desvanezca y corramos el riesgo de codearnos con la desilusión y el dolor emocional.

¿Qué recomendaciones daría a quienes creen haber experimentado
amor a primera vista para manejar sus expectativas?

Es fundamental manejar las expectativas con cuidado para evitar frustraciones futuras. En primer lugar, es importante recordar que esa atracción inicial suele basarse en una mezcla de química, apariencia y proyecciones personales, no en un conocimiento profundo de la otra persona. Por ello, conviene no idealizar ni crear una imagen perfecta que difícilmente se corresponda con la realidad.

En consulta, siempre recomiendo mantener una actitud realista y abierta,
entendiendo que conocer a alguien lleva tiempo y que las relaciones sólidas se construyen poco a poco, con comunicación y compromiso. No es necesario presionarse para que todo sea perfecto desde el primer momento ni esperar que la otra persona cumpla con todas las expectativas imaginadas. También es útil aceptar que habrá momentos de incertidumbre o incomodidad, especialmente en las primeras citas, y que cada persona tiene su propio ritmo para abrirse y conectar. Mantener los pies en la tierra y ser flexible ayuda a disfrutar el proceso sin dejar que las expectativas nublen el juicio.