Un desafío sin precedentes en materia de hermetismo. La Casa Real británica hace frente a un reto bien complejo en lo que a asegurar la privacidad y el bienestar de dos de sus miembros más destacados se refiere. Por algo tan delicado como lo son las cuestiones médicas, en realidad. La presión mediática es latente desde que se conociese que la salud de dos de sus miembros más destacados se resiente y mantener la tranquilidad del país y el resto del mundo no está siendo una tarea nada fácil.

La noticia sobre la misteriosa cirugía abdominal a la que se sometió Kate Middleton, seguida por el diagnóstico del cáncer de Carlos III, ha sacudido los cimientos de una monarquía tan asentada como loada. Una serie de catastróficas desdichas compleja de ocultar que ha llevado a la institución a replantear las estrategias de protección de forma desigual y generando dudas e infinitud de hipótesis. Con cuentagotas, sí que han trascendido algunos datos sobre la enfermedad del Rey. No obstante, el caso de la Duquesa de Cambridge es bien distinto. La preocupación ha sido palpable desde que se anunció su paso por quirófano. Más todavía, al desconocerse el porqué, la realidad de su dolencia y el motivo que la llevó a permanecer quince días ingresada desde el 16 de enero de 2024 en The London Clinic. Pronósticos varios y habladurías incesantes han sido suficientes para que la Corona tome una determinación con la esposa del príncipe Guillermo. La cautela y el silencio imperan.

Carlos III y Camilla
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La consecuencia de las declaraciones de Guillermo sobre los cuidados de Kate Middleton

El contraste en el tratamiento de la información de cara a la galería se hizo evidente en cuestión de días. Mientras que poco o nada se sabía sobre el caso de Kate, apoyada en todo momento por su marido durante su paso por el hospital y el comienzo de su recuperación, la transparencia fue absoluta para con las dolencias de Carlos III. Después de anunciarse que el hijo de Isabel II debía pasar por la sala de operaciones por un agrandamiento de próstata, la Casa Real no dudó en hacer público que la inspección de los facultativos sirvió para que identificasen que padece cáncer. Y así ha seguido siendo mediante apariciones públicas y comunicados personalizados, siempre con el propósito alentador que conlleva remitir a una evolución favorable. Cabe destacar que esta forma de hacer se nutre de algo tan significativo como que el monarca debería parar su agenda oficial y ceder el testigo a su hijo Guillermo en el ejercicio de las responsabilidades oficiales del jefe de Estado. 

Guillermo
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El heredero, obligado a fallar en su promesa de cuidar de la princesa de Gales, completamente alejada del ojo público, por quien había aplazado sus compromisos en primera instancia. Motivos de fuerza mayor que lo han llevado, en tiempos de inquietud, a ser el encargado de atender eventos como la ceremonia de investidura en el Castillo de Windsor. También la cena de recaudación de fondos para la Air Ambulance Charity de Londres, en la que, por primera vez ante los medios, hizo referencia directa al estado de su mujer y a los cuidados que está recibiendo. “El príncipe Guillermo dijo que Catherine tenía dos enfermeras filipinas cuidándola que fueron increíbles y muy amables”, destacó Patricia Spruce, una de las galardonadas de la jornada, en sus redes sociales. 

Guillermo en su discurso

Sea como fuere, la fuerza del mensaje ha quedado eclipsada para la prensa británica, que ha calificado de reprobable e innecesaria la referencia a la etnia de las cuidadoras. En vista del impacto negativo de las palabras del hijo de Carlos III, no sería de extrañar que el último giro de guion en la estrategia para proteger el bienestar de la princesa de Gales abogue por un secretismo aún mayor. También, un control todavía más riguroso sobre lo que se divulga y se deja de divulgar. Solo información autorizada por Kate o su círculo más íntimo para evitar cualquier perjuicio en este momento difícil en el que lo que debe primar es el descanso.

El cambio de paradero de Kate Middleton tras salir del hospital

En casos como este y a pesar de cualquier estrategia, es inevitable que se filtren detalles concretos. Uno de los que ha visto la luz más recientemente remite a un cambio de localización en el paradero de la duquesa. Kate Middleton ha estado cumpliendo con ese necesario tiempo de reposo postoperatorio en Adelaide Cottage, en el Castillo de Windsor, junto a sus hijos. Sin embargo, fuentes cercanas a la familia real han hecho saber al ‘Daily Mail’ que “se está recuperando bien” y que ha podido salir de casa.

Un trayecto hasta la finca de Sandrigham, donde se encuentra su suegro, también recuperándose de su enfermedad. “Podrá tomarse las cosas con calma en Norfolk mientras los niños se entretienen con Guillermo”, destaca la publicación. A partir de ahí, más silencio. Con el foco puesto en el respeto por su intimidad y asegurar que pase este trago con la dignidad y la fortaleza que la caracterizan. Fortaleza indispensable para la monarquía británica que, en lo personal y en lo público, continúa navegando por aguas turbulentas.