Cuentan los biógrafos de Grace Kelly que la estadounidense echó el resto cuando, tras casarse en abril de 1956 con Rainiero IIIle tocó centrarse en el papel más difícil de su vida: ser una princesa europea. En 1957 dio a luz a su primera hija, Carolina de Mónaco, y según cuenta Megan Hess en su libro 'Grace Kelly. La princesa que marcó estilo', tanto ella como Rainiero "insistieron en involucrarse al máximo en su crianza, y Grace se hizo famosa por el enfoque estricto pero cariñoso que adoptaba con sus tres hijos". 

Durante los siguientes años, añade la autora, Grace "se dedicó por completo a la maternidad y a las obligaciones de la corona, y estudió los requisitos de la vida real como había estudiado sus papeles de actriz". Pero sus preocupaciones aumentaron cuando los pechos de su hija Carolina, apenas salida de la adolescencia, comenzaron a asomar a las portadas de las revistas de medio mundo. Tampoco le gustaba demasiado la actitud casquivana de su pequeña del alma, algo que por cierto le valió el sobrenombre de 'princesa rompecorazones'. 

Algunos medios sensacionalistas comentaban que Carolina tuvo varias aventurillas antes de marcharse a París a estudiar. Lo que no admite duda es que, estando en la capital francesa, se ennovió con Philippe Junot, un playboy francés diecisiete años mayor que ella. Como cabía esperar, lo hizo en contra de la voluntad de sus padres, quienes anhelaban verla de la mano de algún joven heredero de buena familia.

Boda con exclusiva

En ese sentido, se llegó a comentar que Carolina había tonteado con el ahora rey Carlos III. Pero ella misma se encargó de desmentir los rumores en una entrevista con The New York Times en 1975. "Eso nunca pasó", dijo. "No nos conocemos". La princesa aprovechó esa misma charla para aclarar que su fama de amante de la juerga era bastante exagerada: "No voy a muchas fiestas. Solo parece que sea así porque se hacen muchas fotos cuando voy a alguna. Paso mucho más tiempo en el colegio y haciendo deberes. Mis estudios son muy difíciles".

Lo suyo con Junot iba tan en serio que la pareja se casó cinco años después de conocerse. "La unión se precipitó cuando Carolina fue fotografiada en topless y en posturas poco ortodoxas al lado de su novio en la Costa Azul, concretamente en Saint Jean Cap Ferrat", escribió Basilio Rogado. "La boda se celebró el 28 de junio de 1978 y aquí tenemos la primera prueba de que hasta los príncipes venden sus exclusivas. Gracia de Mónaco prohibió la entrada de los fotógrafos en la iglesia para permitirle a un reportero norteamericano, que había sido su fotógrafo en los tiempos de actriz, ser el único que inmortalizara el ceremonial momento en celuloide".

Dos años después, la pareja se separó debido a las continuas infidelidades de Junot. Grace volvió a respirar tranquila, pero le duró poco la alegría, porque Carolina inició enseguida un romance con Roberto Rossellini, el mayor de los hijos de Ingrid Bergman y el director italiano Roberto Rossellini. Los paparazzi les cazaron saliendo y entrando juntos en varias ocasiones, y hasta sonaron campanas de boda para ambos. "Rainiero ha dado su consentimiento y la pareja ya ha comenzado a trasladar todas sus cosas al apartamento que la princesa posee en París", llegó a escribir un periodista. 

Triste coincidencia

Curiosamente, tanto Carolina como Roberto —que por lo visto fue la persona que presentó a Stefano Casiraghi a la princesa— se quedaron huérfanos de madre en 1982. Bergman murió de cáncer, en un hospital londinense, apenas un día después de cumplir 67 años. Grace, por su parte, sufrió un fatal accidente mientras conducía por las carreteras de la Costa AzulLa muerte evitó a la princesa contemplar el goteo de escándalos que acorralarían a sus tres retoños durante su etapa adulta.