La alpargata es un calzado natural y modesto que, precisamente por su sencillez, ha triunfado en todo el mundo. Se cree que tiene su origen en una sandalia utilizada en el antiguo Egipto, y hay documentación con su formato y nombre actual que se remonta a la Edad Media, por lo que cuando nos calzamos unas alpargatas estamos apostando por un calzado con mucha tradición e historia. Las firmas de lujo también se han rendido a su belleza y podemos encontrar versiones firmadas por Chanel, Saint Laurent o Valentino.
La clave de su comodidad reside en los materiales naturales con los que se realizan tanto la suela como el empeine, por lo que no dan nada de calor y las llevarás todo el verano sin problemas.
¿Qué alpargata elijo?
A la versión plana de toda la vida se le ha unido últimamente la de plataforma, que eleva un poco más y te estiliza, pero cualquiera de estas dos versiones te quedará de fábula con pantalones y shorts. También puedes apostar por la clásica cuña de esparto, que es uno de los calzados de tacón más cómodos que existen. La versión con cintas atadas al tobillo queda ideal con faldas midi de vuelo, vestiditos veraniegos y pantalones culotte.
En cuanto a estilos y materiales, cada vez encontramos más variedad, y a las clásicas de cuerdas o rayas se unen últimamente otras más especiales, con diseños de estilo bohemio con flecos o borlas, más sofisticadas con tejidos metalizados y aplicaciones... y cortes más especiales y arriesgados, como los diseños mocasín o incluso la alpargata bota.
El único inconveniente que encontramos a la alpargata es que es enemiga acérrima del agua. Evita su uso en días de lluvia o cerca del agua en piscinas y playas. Para mantenerlas en buen estado, cepíllalas a menudo para evitar que se formen manchas y rocía su interior con un spray o polvos desodorantes para que no cojan mal olor.