Una cocina recién fregada, sábanas limpias, un baño que huela a limón, saquitos de lavanda en los armarios… Tener una casa a prueba de polvo y bacterias no implica que huela a amoníaco y lejía. Por eso, hoy te propongo que la próxima vez que vayas a limpiar tu casa eches mano de productos que tienes en la despensa para mantenerla aseada y libre de malos olores.
Eso sí, todos tus esfuerzos serán en vano si no renuevas a diario el aire de cada habitación. Ventilar es la manera más económica y eficaz de purificar una estancia (y disfrutar del frescor de la mañana). Tan solo diez minutos son suficientes para ello.
Si después de poner en práctica estos consejos aún percibes algún olor extraño, tocará revisar algunos sitios de tu hogar y poner remedio.
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Nacho Benavides