Tengo 29 años y es la segunda vez que me abandonan. La primera fue mi primer novio que, a los cuatro años de relación, decidió irse a trabajar a Alemania y prefirió dejarlo estar. La segunda, mi última pareja, que me ha dejado por otra. No quiero conocer a nadie más porque lo paso muy mal cada vez que esto sucede. Es un sufrimiento que no merece la pena.
Mi consejo es que hagas psicoterapia para solventar “ese pasarlo tan mal” después de una ruptura o un abandono. Todos hemos recibido un golpe cuando nos ha sucedido eso, pero sin llegar a deprimirnos o dejarnos fatal, como es tu caso y el de otras muchas personas. Esa es la diferencia.
Tenemos que estar preparados mentalmente para que una ruptura no nos hunda, porque si no, tienes razón, no habría quién iniciase una aventura sentimental. La clave es esta: darse cuenta de que no necesitamos pareja para ser muy felices. La “necesititis de pareja” es una creencia irracional que nos transmite la sociedad pero que no es cierta. Por eso, sufrimos horrores cuando nos dejan.
Date todos los argumentos habidos y por haber en contra de la idea de que “pareja es igual a felicidad”. Por ejemplo, hay miles de monjes y monjas de todas las religiones que son muy felices sin emparejarse jamás. O personas de todo tipo.
Otro argumento es que la felicidad depende solo de que pensemos correctamente. Esto es, no quejarse jamás y aprovechar nuestras oportunidades. En ese sentido, podemos preguntarnos: “¿En qué medida esta adversidad me impide hacer cosas valiosas por mí y por los demás?”. Por ejemplo, si te quedas tetrapléjico, vas a ver mermada tu capacidad de hacer muchas cosas, pero… ¿si te quedas sin pareja? ¡Eso no te limita prácticamente en nada! ¡Por eso, un abandono es una adversidad enana!
Si te entrenas mentalmente en contra de la “necesititis de pareja”, te convertirás en una persona más fuerte y feliz y ya no lo pasarás tan mal cuando te dejen. Podrás arriesgarte a conocer a alguien y entablar una relación, pero sin miedo a perderle, porque la pareja será solo un añadido, no la panacea de la felicidad. La verdadera fuente del bienestar personal está en nuestra cabeza.