Comer rápido, no masticar lo suficiente, los nervios, los picantes… Hay muchos factores que influyen en una buena o mala digestión. Pero la diferencia entre arrastrar una pesadez de estómago desde primera hora de la mañana o sentirte ligera puede depender de algo tan simple como tomar un vaso de agua tibia al levantarte. Y como este tenemos muchos otros consejos súper fáciles y muy efectivos en nuestra galería que te van a aliviar para que no vuelvas a tener una mala digestión nunca más.
Comer y nada más
Para conseguir una buena digestión es importante que la comida sea un momento de kit kat en el que olvidar los problemas y las prisas. El estómago y el intestino son muy sensibles a los factores emocionales. Es frecuente perder el apetito (o tener más) cuando algo nos preocupa, o tener retortijones ante un examen. Por eso, es esencial encontrar la calma al sentarnos a la mesa.
¿Incapaz de desconectar?
Si te cuesta desconectar del trabajo o los conflictos, no te pierdas el punto 14 de la galería, que te cuenta cómo conseguir comer sin pensar en nada que no sea lo que te llevas a la boca.
Masticar y ensalivar
Piensa en masticar cada bocado a conciencia. Lo ideal es reducirlo a una papilla casi líquida, lo que quiere decir que lo has ensalivado y masticado suficientemente.
Infusiones al rescate
Tomar una infusión al final de cada comida también puede ser muy útil para esquivar la indigestión, los gases, la pesadez, etc. Puedes recurrir al hinojo o al anís para los gases, a la cola de caballo para evitar la hinchazón. El boldo te será especialmente útil tras una comida muy grasa, porque activa la secreción biliar. El jengibre, tomado con moderación, también es muy útil contra la indigestión, las náuseas y los gases.