Claves para ser felices

Nuevo libro de Rafael Santandreu: lee un capítulo en primicia

¡Notición! Nuestro psicólogo favorito publica el libro "Nada es tan terrible" y hemos sido las primeras en leer uno de los capítulos. Aquí lo tienes.

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Carme del Vado

Redactora Jefe de CLARA.

Actualizado a

El libro "Nada es tan terrible" (Ed. Grijalbo) de Rafael Santandreu ya está a la venta. Un manual de autoterapia completísimo basado en la psicología cognitiva, la escuela más terapéutica y eficaz.

Crear una relación de pareja ideal

Dos viajeros, uno que venía del norte y otro que venía del sur, se encontraron por casualidad en un punto del camino y decidieron seguir juntos para hacerlo más entretenido.

—¿Hacia dónde te diriges? —preguntó el que venía del norte.

—A donde pueda encontrar un auténtico maestro —respondió el del sur—. Llevo años de búsqueda, pero no desespero. Sé que es difícil encontrar a un auténtico gurú.

—¿Y qué harás cuando lo encuentres? —volvió a preguntar el compañero.

—¡Oh, ése será un gran momento! Me postraré a sus pies, mi corazón se estremecerá y seguramente lloraré. Dios quiera que llegue ese día —contestó.

Pasaron varias jornadas y ambos compartieron muchas vivencias.

Una mañana, el hombre que venía del norte dijo:

—Ha llegado el momento de separarnos. Tú sigue tu camino que yo seguiré el mío.

—¿Adónde irás? —preguntó su compañero.

—Continuaré mi búsqueda.

—¿Qué búsqueda?

—La de un auténtico discípulo. Es difícil de encontrar. Pero no desespero.

El verdadero encuentro entre dos personas no se da el día que se conocen o en el momento en que se enamoran, sino después, cuando aprenden a entregarse.

Las cuatro habilidades que estudiaremos en este capítulo nos ayudarán a mantener esa entrega viva durante muchos años:

  • Forjar la unión resolviendo problemas.
  • Mantener encendido el núcleo afectivo.
  • Formar una unión multiproveedora.
  • Dejar de ser opinionated.

El estudio de miles de parejas exitosas —felices durante más de veinte años— nos ha proporcionado las claves de una gran relación. Y lo mejor es que se trata de habilidades que todos podemos aprender.

ANGELINA BRAD PITT

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Forjar la unión resolviendo problemas

Esta habilidad es un paso previo, algo a tener en cuenta, si puede ser, antes incluso de iniciar una relación.

Se trata de darse cuenta de que cualquier relación íntima —de amigos o de pareja— requiere conocerse bien. Y sólo conocemos a alguien después de haber tenido un desencuentro. Antes de eso, sólo habremos sido «conocidos». O, como mucho, amigos superficiales.

Con los amigos superficiales es posible no discutir nunca, pero eso se debe a que no se comparte mucho.

Podríamos decirlo de otra forma: «Sólo puedes llamar “amigo” a alguien con el que te has peleado y reconciliado». Hasta que no llegue ese momento, todavía no le conoces, no has intimado realmente.

Esto es así porque en toda relación en la que se da una convivencia, en la que se hacen cosas juntos, hay desencuentros, problemas, desacuerdos, entuertos; ¡es imposible evitarlos por completo! Y la calidad de una relación viene marcada precisamente por lo bien o lo mal que los resolvemos.

La lección que extraemos de ello es que una pareja debe esperar encontrarse con esos desencuentros. ¡Es normal! ¡Incluso bueno! Es señal de que convivimos, que la interacción es cada vez más estrecha. Y tenemos un montón de oportunidades de crecer juntos a través de ello.

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Es más, yo diría que cada desencuentro resuelto nos une más como pareja: nos conocemos más, hemos llegado a más acuerdos, nuestro roce es cada vez más intenso y hermoso.

Yo he conocido a muchas personas convencidas de que cada problema de pareja es una señal de incompatibilidad. Y así, cuando llegaban los desacuerdos, les entraban ganas de huir de la relación. No se daban cuenta de que esas situaciones eran los ladrillos más importantes con los que se construye el vínculo. Seguramente, los más importantes y hermosos.

Por lo tanto, cada vez que tengamos un problema de pareja pensemos que se trata de un stage más de la relación, de una oportunidad única de intimar, de amarse en profundidad. Se trata de una aventura protagonizada por los dos, de un viaje maravilloso que nos abrirá a un paisaje relacional nuevo: mucho más colorido y frondoso. El amor profundo y maduro se abre ante nosotros.

El núcleo afectivo

Vamos a empezar por lo esencial de una buena pareja: es lo que yo llamo «el núcleo afectivo». Es como el núcleo de un reactor atómico, donde se cuece lo mágico y lo más importante de una relación.

El núcleo afectivo es la sensación de apoyo, interés y cariño incondicional que sienten los miembros de una pareja. Y es algo que se desarrolla y se mantiene, como el fuego de una hoguera.

Un núcleo afectivo ardiente proporciona lo que los investigadores del desarrollo infantil denominan «apego», una sensación única de seguridad, bienestar y goce en la interacción. De niños, lo desarrollamos de manera natural por nuestra madre. De adultos, por una persona que personifique amor y apoyo incondicional.

En una pareja de larga duración, el núcleo afectivo viene expresado por el amor que se dan mutuamente al final del día. Cuando se juntan en el sofá y se hacen mimos; cuando se van a dormir y se abrazan y besuquean. Cuando al despertar, dejan la casa despidiéndose como socios. El mensaje del núcleo afectivo es: «Mi vida es tu vida; haré mi parte por ti. Te veo después, amor».

Lo más importante en una pareja es mantener ese núcleo afectivo ardiente, intenso como el núcleo de una central atómica. El resto de cosas va muy por detrás: que el otro colabore en casa, tenga buen humor, le guste salir o entrar… son anécdotas cuando lo comparamos con la importancia del «núcleo afectivo» para la vida de las personas.

Los problemas no son un problema

Recuerdo a una pareja que vino a verme hace muchos años; ella tenía un trastorno emocional muy serio. A menudo armaba unos pollos increíbles en los que despedía a la asistenta y se ponía de morros con todos. Su marido la acompañó a la primera visita y me explicó el problema:

—Tenemos a Nieves bastante alterada últimamente. A ver qué puede hacer, doctor.

Lo que me sorprendió del hombre es que amaba a su mujer de una manera fiel e intensa, independientemente de que ella estuviese bien o mal. Ni por un instante se había planteado dejarla. Y es que ella le proporcionaba su «núcleo afectivo», y viceversa.

Ella tenía fases malas, pero amaba a su marido, lo cuidaba, se interesaba por él, le daba mucho cariño. Y ambos sabían que eso era el secreto de su fuerza.

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Fuerzas para salir al mundo

1 + 1 en el ámbito de la pareja no es igual a 2. Es igual a 5 o 6. ¿Por qué?

Porque cuando uno siente que tiene el apoyo amoroso del otro, se siente mucho más capaz de llevar a cabo cualquier empresa. Con más fuerza que uno, que dos y que muchos más.

Además, casi todo lo que hacemos cuando tenemos un buen núcleo afectivo es, en gran parte, para compartirlo con el otro.

Si ese negocio sale bien, el 70% de lo logrado es para tu amada; lo haces sobre todo por ella, más que por ti. Eso da sentido a tu vida. Uno es mucho más efectivo y feliz si trabaja por otra persona que por uno mismo. Se trata de una especie de «salirse de uno mismo», que otorga una gran libertad y felicidad.

Éste es el principal beneficio de una pareja, de un núcleo afectivo encendido: la enorme seguridad que proporciona, el incremento de capacidades y fuerzas. Es una mezcla de estabilidad y potencia que nos va a permitir desarrollar muy bien nuestra vida, nuestra felicidad.

Es muy importante valorar ese extraordinario beneficio y no pequeños desacuerdos que puedan surgir a lo largo de la convivencia.

Existen estudios que demuestran que las buenas parejas —felices y duraderas—, no lo son porque sean efectivas a la hora de resolver conflictos, sino porque tienen un gran núcleo afectivo.

Muchas de las buenas parejas tienen infinidad de desacuerdos no resueltos. Pero no pasa nada. Se quieren y se aman, se apoyan y se miman, y eso es el fundamento de su unión.

Cuando el núcleo se enfría

Pero muchas veces sucede que las parejas no sitúan al «núcleo afectivo» como lo esencial, sino que le dan más valor a lo anecdótico, a lo práctico, como si una pareja fuese un par de compañeros de piso. Sin embargo, unos compañeros sólo comparten casa, no una cosa tan poderosa como el «núcleo afectivo».

Dicho de otra forma, las malas parejas dejan enfriar el núcleo afectivo por cualquier desavenencia. Por ejemplo, si ha habido una discusión con la familia política, hoy no se tratan con cariño, esa noche no se abrazan en el sofá. ¡Craso error!

Pase lo que pase, por grande que sea el desacuerdo, al llegar la noche hay que abrir una botella de vino y abrazarse. Independientemente de todo. Ya habrá tiempo más delante para hablar del asunto que nos enfadó. Llegada la noche, hay que alimentar al niño interior que es todo amor.

En ocasiones se deja de alimentar el núcleo tras la llegada de un hijo. Parece que el niño pequeño necesita todo el afecto y ya no hay tanto tiempo para el cariño de la pareja. O cuando el chaval crece, los padres sienten que ir abrazados por la calle podría despertar sus celos. De nuevo, se trata de un error. ¡Están dejando que se apague la hoguera!

Es cierto que el niño puede sentir celos del amor sentimental de los padres, pero eso se supera dándole a él también amor y dejando que se acostumbre. Además, cuando sea adulto, la herencia de haber tenido unos padres enamorados le será de gran utilidad: creerá en la pareja y sabrá cuidarla adecuadamente.

Por lo tanto, activemos el cariño diario, el interés y el apoyo mutuo por encima de todas las cosas: las relaciones que lo hacen así son espectacularmente sólidas.

La unión multiproveedora

El joven Nasrudín llamó a la puerta de su amada. —¿Quién anda ahí? —dijo una voz.

—Soy yo, tu amado —respondió el joven.

De nuevo, la voz dijo:

—Vete. No hay sitio aquí dentro para dos.

Nasrudín se marchó a realizar sus rezos. Más tarde volvió y llamó de nuevo a la puerta.

—¿Quién es? —preguntó la voz.

—¡Soy tú! —respondió Nasrudín.

La puerta se abrió y unos brazos amorosos envolvieron al joven hacia dentro.

El segundo pilar de una relación ideal tiene que ver con la satisfacción de los intereses de cada uno. A continuación estudiaremos un concepto revolucionario en el mundo de las asociaciones, basado en la generosidad para la producción de prosperidad.

Con este concepto, las relaciones de cooperación —empresas, organizaciones, parejas— tienen un enorme éxito. Sin él, tienden a fracasar. Lo llamo «la unión multiproveedora».

El ejemplo de la UE

Es curioso, pero las uniones grupales más hermosas, como la Unión Europea, donde una serie de países se coaligaron para formar un estado mayor, nos enseñan cómo puede ser idealmente una pareja, la forma de unión más pequeña.

Los estados de la UE buscan el bien común de una forma madura porque no basan su unión en la simple democracia o la justicia imparcial. Estos conceptos son muy buenos, pero hay otros que los superan, como «la unión multiproveedora».

La unión multiproveedora implica que dos individuos se alían para satisfacer los intereses de cada parte, más allá de la justicia o la pura democracia.

En una alianza multiproveedora se va más lejos de lo que estamos acostumbrados a ver, por ejemplo, en las asociaciones de vecinos, que son un paradigma de mala actitud grupal.

En la UE, a los países menos boyantes se les apoya para que suban de nivel porque se entiende que su bienestar, a la larga, irá en beneficio de todos. Esto es «generosidad» más allá de la «justicia».

Una pareja podría hacer igual. Si una mujer tiene el deseo de tener un hijo, desde el punto de vista de la unión multiproveedora lo normal sería tenerlo aunque el hombre no lo tenga claro.

En este tipo de uniones generosas y abundantes, el marido no tiene nada que temer porque sus necesidades particulares serán satisfechas, a su vez, de otra forma.

La unión multiproveedora se basa en que la generosidad y la cooperación son capaces de generar una enorme abundancia. Unidos, movilizamos unas fuentes de bienestar, gratificación, resolución y organización insospechadas. Porque ambas partes (familias extensas incluidas), unidas de esta forma, generan grandes sinergias y abundancia, como sucede con las federaciones de países que funcionan así.

De todas las uniones que podemos establecer los seres humanos, la más estrecha y útil puede ser la de pareja. Desde este punto de vista: ¿cómo nos vamos a negar si ella quiere tener un hijo o si él desea cambiar de carrera? ¿Cómo no vamos a hacerlo todo por el otro? ¿Y más cuando este tipo de alianzas trae como fruto una enorme abundancia para ambos?

Las parejas que no funcionan —la mayoría, actualmente— no confían en el poder de la unión multiproveedora. Son como países que viven en la autarquía, que se niegan a comerciar con otros por miedo a perder. A la larga, están condenados a empobrecerse.

En estas parejas poco colaborativas, cuando uno de los miembros manifiesta un interés que el otro ve como una amenaza se crea un conflicto. Como cuando ella quiere tener un hijo y él no. A partir de ahí, viven defendiéndose de los intereses del otro.

Sin embargo, sería mucho mejor que ambos se emplazasen alegres a satisfacer las metas del otro. No les resultaría difícil si se diesen cuenta de que, bien unidos, crearán una abundancia sorprendente de recursos.

Por ejemplo, en el caso de tener hijos, una pareja creativa y generosa encontrará recursos de sobra para cuidar de los pequeños y llevar a cabo mil otras actividades.

Cuando se confía en la unión multiproveedora aparecen soluciones, medios y maneras extraordinarias: la ayuda de abuelos, vecinos, amigos, asistencia contratada y muchas más vías creativas.

Por su parte, el hombre tampoco ha de tener miedo de perder por el hecho de tener un hijo: su interés por llevar una vida emocionante y creativa será, a su vez, apoyado por su pareja.

Habrá recursos para todo, de la misma forma que una asociación como la Unión Europea genera una prosperidad inteligente que ningún país aislado consigue por su cuenta.

Para crear uniones de este tipo suelo recomendar a las parejas que lo hablen, que se emplacen para darse ese tipo de apoyo, que visualicen un futuro donde encontrar satisfecha cualquier aventura que se desee emprender. La unión multiproveedora es una cuestión de visión, ilusión y alegría, ¡y funciona siempre!

Dejar de ser opinionated

Todos los días Nasrudín iba a pedir limosna a la feria y a la gente le encantaba ponerlo en evidencia con el siguiente truco: le mostraban dos monedas, una de diez dinares y otra de uno. Nasrudín siempre escogía la de menor valor.

La historia se hizo conocida por todos. Día tras día, grupos de hombres y mujeres le mostraban dos monedas, y Nasrudín hacía lo suyo. Hasta que apareció un señor generoso que, cansado de verlo ridiculizado, lo llamó a un rincón y le dijo:

—Siempre que te ofrezcan dos monedas, escoge la de mayor valor. Así tendrás más dinero y no serás considerado un idiota. —Usted parece tener razón —respondió Nasrudín—, pero si elijo la mayor, me van a dejar de ofrecer dinero para probar que soy más idiota que ellos. No se imagina lo que he ganado con este truco. No hay nada malo en pasar por tonto si, en realidad, se está siendo inteligente.

Este cuento antiguo pone de relieve lo «tonto» que es querer hacerse pasar por «listo». El fenómeno que vamos a estudiar a continuación tiene que ver con eso mismo. En el ámbito de la pareja, querer tener razón causa muchos conflictos realmente «tontos».

El tercer punto es algo práctico, y quizá parezca menor pero puede evitar mucho malestar y distanciamiento en la pareja. Gracias al entrenamiento en «dejar de ser opinionated» aprenderemos a comunicarnos con corrección, elegancia y amor con la persona más importante de nuestra vida.

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No más listillos y cabezones

Casi todos nos consideramos razonables, flexibles, abiertos de mente y buenos dialogadores. ¡Sí, somos gentlemen y gentlewomen! Pero esta idea suele ser más ficción que realidad. Lo normal es que seamos cabezones, inflexibles, cerrados de mente y pésimos conversadores.

Y es que a casi todos nos invade a veces la absurda necesidad de tener razón, y hacemos el ridículo intentando imponernos en las conversaciones.

A los más grandes cabezones los conocí en el lugar donde crecí, el barrio proletario de Horta, en Barcelona. De niño, de vez en cuando, me mandaban a comprar a un bar: a uno de esos garitos de barra metálica y suelo alfombrado de colillas.

Y allí, de pie frente a la barra, copa en mano, dos señores con índices culturales por debajo de cero discutían acaloradamente por algún tema. Por supuesto, se trataba de chusquería etílica, un torrente de necedades. Eso sí, muchos buscaban allí la estúpida satisfacción de «tener razón».

Todos sabemos distinguir al borrachuzo iletrado, pero no tanto a nosotros mismos cuando nos ponemos igual. En este capítulo aprenderemos a dejar de comportarnos como ridículos listillos de bar.

En una ocasión conocí a una mujer extraordinariamente bella. Camila era venezolana y trabajaba en Barcelona como matemática especializada en finanzas. Tenía una tez maravillosa, con algo de mezcla indígena. Era alta y esbelta, y su cabello lacio le caía de forma increíblemente elegante sobre los hombros. Era un pibón en todos los sentidos.

Pero, tras intimar un poco, se reveló como una gran cabezona. Tenía una compulsión constante por sentenciar en todas y cada una de sus opiniones. La verdad es que era un hábito muy pesado y una lástima, porque era una persona fascinante, pero se ponía áspera con esa tonta manía de tener razón.

Así que opté, en una cena frente a frente, por explicarle lo siguiente:

—¿Sabes? En inglés existe una palabra fantástica que falta en nuestro diccionario. Es el término opinionated. ¿Lo conoces?

—No. ¿Qué significa? —preguntó con sus espectaculares ojos avellana.

Opinionated es la persona que defiende sus ideas de una forma demasiado brusca, que se pone cabezona. Es un concepto negativo —expliqué con aire divertido y amable.

—Umm. ¿Y? —preguntó ella sonriendo.

Pues, cariño, que hay veces que te pones muy opinionated y me encanta lo guapa que estás cuando lo haces.

Camila sonrió mostrando sus blanquísimos dientes que contrastaban deliciosamente con su piel morena.

—Sí. A veces soy un poco cabezona, como tú dices —dijo coquetamente mientras bebía de su copa de vino.

—Pues cada vez que te pongas opinionated, te voy a dar un beso —dije levantando el torso por encima de la mesa para besarla en los labios.

A lo largo de aquella cena la besé unas diez veces, cada vez que se ponía opinionated. Y a cada una de ellas, Camila sonreía divertida mientras aprendía a verse en el espejo de la tozudez.

Después de aquel episodio, que ocurrió hace unos años, siempre que yo mismo me he puesto opinionated le he pedido a mi pareja que me señale el error con un beso. Y puedo decir que, cada día, lo hago menos.

He aprendido a escuchar al otro, a no querer tener razón, a dejar la puerta abierta a su verdad. Y creo que Camila, con su exagerada cabezonería, fue mi mejor maestra. Al ver a una persona deliciosa afearse de esa forma, entendí que es estúpido querer tener razón a costa de estropear el ambiente.

Es increíble cómo tantas parejas estropean sus relaciones por la tontería de querer tener razón. Es solamente un hábito, pero es capaz de amargarnos la convivencia y hacernos pensar que «no somos compatibles».

En mi consulta he conocido a muchas parejas así y la mayoría en realidad se amaban, tenían muchísimo en común y podían llegar a ser muy felices juntos. Pero la tozudez convertía esas relaciones en una pelea continua.

Aprendamos el noble arte de conversar, de apoyarse y darse cariño. Querer tener razón es de borrachuzos; comprender las razones del otro, es de seres adorables y cultivados.

En este capítulo hemos aprendido que:

Existen cuatro habilidades fundamentales para una relación larga y hermosa:

  1. Forjar la unión resolviendo problemas.
  2. El núcleo afectivo.
  3. La unión multiproveedora.
  4. Dejar de ser opinionated.
  • Los desencuentros son una oportunidad necesaria para hacer la relación más íntima.
  • El núcleo afectivo es la sensación de apoyo y cariño incondicional que se da, todos los días, a través de unas caricias o una charla cómplice.
  • Es esencial no dejar NUNCA esas expresiones de apoyo y afecto, aunque se esté enfadado o se tengan hijos celosos.
  • La unión multiproveedora implica querer satisfacer las necesidades de la pareja, y nunca ver esas necesidades como amenazas.
  • Los miembros de la pareja multiproveedora son muy generosos y crean una abundancia espectacular para ambos.
  • Ser opinionated significa ser cerrado de mente y pésimo conversador.
  • Ser opinionated impide el maravilloso arte de la charla entre personas.
  • Todos podemos dejar de ser opinionated gracias a un entrenamiento adecuado.

Si te has quedado con ganas de más, puedes comprar el libro de Rafael Santandreu, Nada es tan terrible, en su web.

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