Te escribo porque a mi hijo, de 20 años, le cuesta mucho relacionarse con los demás. Apenas tiene amigos, no sale porque siempre está esperando que los demás le llamen. Aunque ahora está estudiando, veo que no le gusta mucho. Lo que más le gusta es jugar a la consola y ver la televisión. Me gustaría saber cómo podría ayudarle.

Planteas una situación muy frecuente en estos tiempos: jóvenes que están más apalancados en el sofá y aislados que divirtiéndose por ahí o estando con más gente, algo más propio de los 20 años.

Te diría que le preguntaras si se lo pasa bien con sus amigos y si está a gusto con ellos, para saber si hay algún problema o se trata de una actitud muy relacionada con una de las creencias irracionales estrella: la idea de que se puede conseguir la felicidad a través de la inactividad o de manera pasiva y sin comprometerse, como viendo al tele o durmiendo.

Estamos hechos para funcionar, no para hibernar

Esta creencia es totalmente falsa, ya que realmente las personas necesitamos mantener cierta actividad, estamos hechos para funcionar, no para hibernar. Normalmente este tipo de pasividad tiene que ver con la evitación. Tal vez tu hijo esté evitando relacionarse o tomar la iniciativa por algún motivo, quizá le dé vergüenza o se sienta acomplejado. Te diría que investigaras en esa línea. Más que convencerle de las ventajas de salir del sofá, “véndele la moto”, háblale de tus propias dificultades con gente en alguna ocasión… Incluso puedes jugar con él a la consola, interésate por sus cosas, averigua qué le gusta para poder usarlo, e incluso invita a sus amigos a tu casa.

La idea es que deje de evitar estar con los amigos y que pierda la vergüenza. Otra idea que funciona es la de limitar tiempos de tele y consola y hacer actividades juntos, que te acompañe a correr, por ejemplo. El objetivo sería doble: que se divierta con planes activos (deportes, por ejemplo) y que se relacione tomando él la iniciativa.