No, no comemos solo por hambre. Ojalá fuera así, porque comeríamos solo cuando el cuerpo nos lo pidiera relamente y no tendríamos ningún problema para que fueran acelgas en lugar de pizza. Pero todas sabemos que esto no es así. Hay una parte incontrolable que nos lleva a abrir la puerta de la nevera como si tuviera las respuestas a preguntas que ni nos hemos hecho. Es lo que se llama "hambre emocional" y hace que comamos cuando no es el hambre lo que nos acecha, sino la tristeza, los nervios, el aburrimiento... Si esto te está pasando ahora más que nunca porque el confinamiento nos somete a todas a un tiovivo de emociones te contamos qué tienes que incorporar a tu rutina diaria para no volver a picotear como si no hubiera un mañana...